COLOMBIA CON NARCOTRÁFICO ES INVIABLE

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Desde el Nuevo Liberalismo, queremos construir una propuesta para una nueva organización política, económica, social, cultural y territorial en Colombia. Como diría Winston Churchill, el peor camino, salvo todos los demás para lograr una sociedad justa y con plena igualdad de oportunidades, es la democracia. Dentro de la democracia, la primera y más importante entre todas las instituciones, por ser la fuente de legitimidad para todas las demás, es la electoral. Sin elecciones libres, justas y competitivas, ningún sistema político puede asumirse como democrático. Otra institución democrática fundamental es la separación de poderes como nos lo enseñó Montesquieu (ejecutivo, legislativo y judicial). Una tercera institución vital es el estado social de derecho. Es decir, que, en cada rincón de nuestro territorio, todo ciudadano colombiano tenga garantía plena de derechos. Una cuarta, no menos importante, es que la prensa sea libre e independiente (particularmente en lo económico) para cumplir su deber de rendir culto únicamente a la verdad. Quinta, una sociedad civil organizada. Entre más y mejor organizada esté la sociedad civil, menor riesgo de que prospere el clientelismo. Sexta, garantías plenas para el ejercicio de oposición, en lo que Virgilio Barco llamó el esquema gobierno-oposición. Séptima, partidos políticos fuertes y democráticos con garantías de periódica y permanente renovación acorde con la voluntad popular. Octava, control civil de la fuerza pública, garante armada de asegurar el orden constitucional.

Este frágil, vulnerable y amenazado sistema democrático que tenemos, debemos protegerlo. La amenaza proviene del proyecto político del narcotráfico que cabalga sobre la guerra contra las drogas. Este problema crucial para nuestra supervivencia personal, territorial, cultural, económica, política, social y ambiental; lo hemos evitado, ignorado y desconocido. Todos tenemos la obligación de afrontarlo. El primer paso es reconocer el problema en toda su dimensión histórica de 50 años aplicando la misma receta. Es hora de proponer una nueva política cuya meta final sea lograr que el Estado y no los criminales, como ocurre hoy, sea el que regule el uso, acceso, calidad, precio y seguridad de todas las sustancias que actualmente son ilícitas. Una política de pedagogía en el consumo responsable e informado, que distinga entre adicción, consumo problemático y consumo no problemático. Una política integral de infraestructura social y desarrollo rural, liderada en el territorio por la sociedad civil en equipo con la fuerza pública, particularmente con los batallones de ingenieros militares.

Entre 1994 y 2015, según FESCOL, el país gastó 100 billones, si cien millones de millones, en operaciones de fumigaciones aéreas para erradicar cultivos de coca, de familias campesinas cuya única opción de supervivencia es cultivarla. Con estos recursos, Colombia habría podido construir más de 50 mil kilómetros de vías terciarias, especialmente en las zonas cocaleras.

Es hora de acabar el narcotráfico por otros medios desde la evidencia, el sentido común y la historia de sangre, corrupción y culto al dinero fácil que tanto daño nos ha hecho. Para lograrlo, el camino es acabar con el negocio criminal. Los intereses en juego son muy poderosos y van mucho más allá de los representados por los personajes de las narco novelas. Es hora de dar el primer paso. 

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