Discusiones bizantinas

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Durante un largo y doloroso año, los noticieros hicieron de la pandemia del COVID-19 un asunto de policía. Todos los días, sin remedio, a mañana y tarde, se han limitado a hablar y a mostrar comparendos y fiestas ilegales.

Trasladar el foco hacia los comparendos, victimiza a quienes obligatoriamente tienen que salir a buscar su sustento en el despreciado mercado de la informalidad y a los jóvenes que no han recibido ni acompañamiento ni atención psicológica para asumir un cambio de vida que los ha tomado por sorpresa. Hablar de indisciplina, ayuda a ocultar la incapacidad del Estado para cumplir con sus obligaciones, distrae a la opinión pública para que no vea las consecuencias de la privatización de la salud y de otros servicios básicos y para que durante meses no se mencionen ni la corrupción ni la politiquería como factores que inciden en la carencia de infraestructura adecuada y en la falta de dotación de los hospitales para atender emergencias como la presente.

Hablar de indisciplina y de relajamiento tiende un manto de sospecha sobre los enfermos e impide buscar y controlar los grandes focos de contagio: las aglomeraciones creadas en el transporte público, en el centro de la ciudad y en grandes almacenes o el trabajo en espacios cerrados sin ventilación, entre otros.

Trasladar el foco de atención y culpabilidad hacia la gente exime al Estado de su obligación de impartir educación para la ciudadanía y la convivencia. ¿Aquí, que somos tan buenos para copiar, por qué no tomamos en serio los ejemplos de los países asiáticos o del norte de Europa? ¿Cuánto tiempo se lleva hablando de la necesidad de actualizar los pénsumes a la realidad del mundo contemporáneo y nada de nada? Hablar de indisciplina y de relajación oculta el drama de las víctimas, reducidas durante un año a una fría cifra estadística: “Hoy el dólar sube tres pesos, el petróleo gana dos puntos y se registraron 15 mil contagios más en el país”. Como si no se tratara de personas, de familias, de dramas, de una cadena sin fin de dolor, angustia, incertidumbre, temores.

Es muy fácil prohibir, es muy sencillo dictar decretos a diestra y siniestra, sin estudios previos y sin hacerles seguimiento científico a sus consecuencias. Demostrado queda, una vez más, que los gobiernos lo único que saben hacer, además de cobrar impuestos, es prohibir y reprimir. Pero la pandemia no es un asunto de policía. Es un problema de salud pública, de convivencia y de justicia social. Pero, como de eso no hay, es más fácil imponer comparendos y así se mantiene ocupada la opinión pública en discusiones bizantinas.

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