«EL PERIODISMO POLÍTICO SIGUE SIENDO BÁSICO, PERO LO HEMOS CUBIERTO DE DRAMATISMO»

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Por: Raquel C. Pico – ethic

Allá en los primeros años de este siglo, el actual director del Instituto Cervantes en Roma, Ignacio Peyró (Madrid, 1980), estaba empezando su carrera en el mundo del periodismo, al tiempo que tomaba notas de lo que pasaba alrededor del mundo. Unos cuantos años después «le envíe a un amigo –crítico literario– unos folios en bruto», se lee en la introducción de su último libro, ‘Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodistas’ (Libros del Asteroide). «Me dijo que en esos folios había material», escribe el periodista sobre el tiempo que transcurrió entre 2006 y 2011 en este diario-memoria que, más allá de su propia experiencia, representa también la historia del periodismo patrio y nos acerca a la España de aquellos tiempos, llena de historias únicas.


Tu libro captura un Madrid y una experiencia de ser periodista muy diferente a la que estaban teniendo otras personas en esos mismos años, en la misma ciudad y en la misma profesión. ¿Qué hay detrás de ese contraste en un mismo trabajo?

Uno no siempre tiene conciencia clara del tiempo que está viviendo. El otro día, leía una semblanza de Franco por Chaves Nogales de poco después de comenzar la guerra. Intentaba explicar quién era Franco y terminaba diciendo que, en todo caso, iba a perderla. Por tanto, no siempre leemos bien nuestro tiempo. En mi caso, es [esa aproximación al periodismo] desde la pequeña ventanita que tenemos cada uno.

Y comparando el entonces con el ahora, ¿cómo ha cambiado el periodismo en estos últimos 16 años? ¿De qué forma ha alterado la relación entre ciudadanía y noticias la desaparición de tantos medios tradicionales –que entonces aún sobrevivían– y el crecimiento de la información online?

No soy un teórico de la prensa, pero en los años en los que está escrito el libro coincidieron dos cosas: una crisis económica bestial y una crisis puramente sectorial del periodismo. Ambas, unidas, desarbolaron mucho el sector. No obstante, en los últimos años, a partir de proyectos online más basados en el periodismo que en las grandes inversiones de antaño, estamos haciendo medios rentables. El problema es que el periodismo ha pasado de ser una profesión amada, estimada, respetada y necesaria a que el periodista se vea a sí mismo como un ser sobrante en un mundo de especialistas más allá de los pocos a los que les va muy bien o tienen grandes contratos. Yo vi también como desaparecía esa figura del redactor senior que daba una columna de calidad. Ahora, creo que volvemos a ver por lo menos algo de esperanza.

«Es posible que la gran era de la objetividad sea ya una cosa del pasado»

Más allá de la experiencia que cuentas en este libro, ¿está el periodismo herido de muerte, como tantas veces se ha dicho, o esa es una visión excesivamente catastrofista? Hablas de esperanza, así que se puede intuir que no lo ves tan mal.

Ha habido dos generaciones que han visto todo. Hemos visto como el periódico era como una especie de institución: una gran catedral, un instrumento importante detrás de unos intereses, un prescriptor indudable para ese público. Y luego hemos visto cómo, de alguna manera, todo eso se ha disuelto. Y ahora lo estamos reconstruyendo. Pero creo que también sigue habiendo –en España y fuera– ejemplos de un periodismo estupendo. Por ejemplo, con el conflicto de Ucrania, que está más en las redes y en las televisiones, seguimos acudiendo a los periódicos para que nos expliquen lo que está pasando. Es ese papel de corresponsal guerra, que había sido tan imprescindible en otros conflictos bélicos.

En Ya sentarás cabeza hablas de tu paso por La Gaceta, que hacía un periodismo político agresivo. Echando ahora la vista atrás, ¿qué explica ese periodismo de la recta final de los primeros 2000 sobre los medios que tenemos ahora?

Sigue habiendo medios a los dos lados con un periodismo muy partidista, muy agresivo y muy militante. Desde ese punto de vista realmente no venimos del paraíso, pero tampoco estamos en uno ahora. Sí que creo que, en general, al faltar músculo financiero y público lector (no olvidemos que en Inglaterra o en Italia se leen más periódicos), hemos visto caer muchas cosas; sobre todo en el ámbito cultural, donde no han sido sustituidas como debieran.

En aquellos años, igual que ahora, era habitual que los periodistas mantuviesen una multiactividad. ¿Qué nos dice esto sobre el estado de las cosas en el periodismo?

También hay que tener en cuenta que el periodismo es una profesión muy mercurial. Es normal que un periodista haga más de dos cosas a la vez. Gusta mucho estar en todas las salsas y en distintos medios, porque es una profesión que se alimenta de la sociabilidad. Dicho lo cual, todo lo que sea hacer más de dos cosas a la vez viene dictado por –como los seudónimos de hace décadas o siglos– la necesidad de facturar más, básicamente.

«Uno no siempre tiene conciencia clara del tiempo que está viviendo»

¿Entonces es un síntoma de la precariedad en la profesión?

Yo no sé si diría tanto. No lo he pensado, pero también hay gente a la que le va muy bien y que hace muchas colaboraciones.

Y muy en relación con esta última cuestión, ¿tiene España un problema con su periodismo político? Es decir, ¿es posible hacer buen periodismo político en un entorno laboral precario –aunque veo que esto podemos debatirlo– sin tener margen para poder especializarse en este tema?

El periodismo político es un periodismo estrella. Es lo que te da un gran periódico. Sigue siendo absolutamente básico. Hay un problema: lo hemos cubierto de un dramatismo y de una emocionalidad que, en fin, ni siquiera ha sido un bien a corto plazo porque, aunque imprimieras con los papeles de Bárcenas en la portada, por ejemplo, no vendías ni a tiros. Así, con una tardanza tremenda, por fin parece que estamos intentando llegar a un modelo donde puede haber una viabilidad incluso a costa de perder en audiencias globales: la suscripción, que implica que te pueda leer muy poca gente. Pierdes la vocación generalista que tenías. Volviendo a tu pregunta: en casos muy concretos, se sabe desde donde escribe cada periodista y cada político. Cada periodista y cada periódico. Hay muy poco margen para la sorpresa.

Efectivamente, en España no es nada difícil hacer una conexión entre periodistas políticos y medios y posiciones ideológicas. ¿Somos una excepción o es imposible no posicionarse hablando de estas cuestiones? ¿Dónde queda la objetividad que siempre se aborda en el marco teórico del periodismo?

No creo que seamos una excepción. Sí tenemos una opinión pública un poco más cargada de agresividad que otras que he conocido. Pero, en cada país, cada periódico está hecho por gente que tiene una visión del mundo desde la que quieren convencer a más personas. Entonces es posible que la gran era de la objetividad y del amor por la objetividad sea ya una cosa del pasado. Estamos volviendo a tener medios más militantes. Todo medio que sea militante, mientras se declare como tal, no te va dando problemas. El problema es que quiera ser la norma y la horma de la verdad absoluta cuando en realidad está haciendo ideología.

«El periodismo político siempre ha tenido un problema: se mueve en el ámbito de la conjetura»

Quizás habría que preguntarse si esa absoluta objetividad periodística y neutralidad existió realmente en algún momento.

La objetividad es un ideal, pues es tan inalcanzable como inevitable. Al final, no hay muchas lecturas de los hechos, pero tienes que ir a ver la verdad y la realidad de lo que ha pasado.  El problema del periodismo político es que cada vez más –y desde siempre– se mueve en el ámbito de la conjetura, de la especulación, de intentar adivinar qué va a pasar.

¿Por qué reverenciamos el periodismo político frente a otras secciones? En tu libro, de hecho, comentas la incredulidad que te generó que La Gaceta abriese una sección de Cultura.

Los grupos editoriales y los periódicos tienen un alma y ese alma suele ser su visión del mundo. Su voluntad de cambiar la realidad es a través de la política, porque la política al final es algo que haces tú o te lo hacen. Es normal que uno no quiera dejarlo.

Aun así, ¿se infravalora a veces en el cómputo final el peso que tienen otras secciones y otras temáticas?

Sí, pero es inevitable. El periodismo político es el jamón, es el solomillo.  El resto es importante, puede ser maravilloso, pero digamos que, si no hubiese periodismo político, si no hubiese sección de nacional, no habría periódicos. Habría boletines de información cultural o cuadernos de análisis internacional.

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