“Estamos sufriendo dos pandemias: la Covid y el deterioro de la salud mental”

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El doctor Miguel Lázaro es, además del actual presidente del Sindicato Médico de Baleares (Simebal), un reconocido y prestigioso psiquiatra. En esta entrevista se pronuncia sobre todo acerca de las consecuencias de la pandemia tanto para aquellas personas que sufrían ya una depresión como para aquellas otras que hasta ahora no habían padecido trastornos mentales. Asimismo, el doctor Lázaro también explica cómo se ha sentido el colectivo médico y da recomendaciones para paliar en la medida de lo posible el estrés crónico que la ciudadanía está sufriendo desde hace ya casi un año.

¿Qué es la fatiga pandémica?

Es el agotamiento físico y emocional, y el desgaste que supone enfrentarnos a una situación de estrés que es acumulativo. Llevamos ya casi un año en esta situación, que conlleva miedo, muertes y duelo. Todo ello nos genera un escenario de incertidumbre agotadora.

¿Las personas que tenían depresión antes de la pandemia han empeorado?

Bueno, siempre hay que individualizar y contextualizar. Ahora bien, si uno tiene antecedentes psiquiátricos personales, tiene más riesgo en una situación de estrés como la que estamos viviendo, en la que el estrés se puede tildar ya de crónico y en la que uno se puede descompensar. Pero eso también depende mucho de si uno está con un tratamiento adecuado o no, o de si sigue una supervisión psiquiátrica periódica adecuada.

Entiendo…

Lo que sí que está claro es que aunque uno esté compensado, el estrés crónico es un depredador del cerebro muy importante y evidentemente es un factor de riesgo, unido a otros factores. Entre dichos factores de riesgo estarían el haber tenido la enfermedad, el duelo por el fallecimiento de alguien próximo o la soledad del confinamiento. Esos y otros factores de estrés que se puedan ir sumando son un riesgo incluso para personas que están compensadas con un tratamiento antidepresivo.

“Es muy importante que uno acepte lo que está sintiendo o lo que le está pasando aunque no le guste”

¿Todavía hoy sigue sin entenderse lo que es una depresión?

La depresión es una enfermedad y nadie tiene que pedir perdón por estar deprimido, lo que tiene que hacer es pedir ayuda profesional. Mire, a veces hay familias de personas con depresión que apelan a la voluntad del afectado para curarse, pero eso es aún peor para esa persona y todavía la hunde más, porque la voluntad no cura la depresión. No se puede banalizar ni trivializar una depresión, porque es una enfermedad que sabemos que explica un gran porcentaje de suicidios. El sufrimiento emocional que provoca una depresión es demoledor y eso sólo lo sabe quien lo ha vivido. Por otro lado, aparte del tratamiento adecuado, cuando una persona padece depresión son muy importantes los vínculos de apego y el apoyo social que tiene, que pueden ser los amigos y la familia. El ser humano es un ser social y el vínculo soporta nuestras vidas.

La paradoja es que ahora no nos podemos reunir…

Sí, así es. El confinamiento ha traído consigo situaciones de soledad y sobre todo de distanciamiento social y emocional, con una restricción muy importante de la interacción social. Todos esos factores condicionan negativamente la depresión y la propia evolución de la enfermedad. En ese contexto, es necesario recordar la importancia de algunas pautas muy beneficiosas, como son una supervisión psiquiátrica y psicológica periódica y adecuada, una actividad física regular, seguir la dieta mediterránea o contar con el apoyo de la familia. Para recuperarse se necesita un tiempo y es un proceso. No puedes presionar a una persona con depresión para que haga cosas que sabe hacer, pero que en ese momento no puede hacer.

¿Cuál es la situación para quienes antes no presentaban cuadros de depresión?

Lo que estoy viendo ahora en mi consulta es que no sólo ha aumentado la prevalencia de cuadros depresivos, sino también de ansiedad, de insomnio e incluso de consumo de tóxicos en pacientes que no habían tenido nunca esa patología. Evidentemente, todo esto tiene que ver con el estrés que supone una crisis sociosanitaria de este calibre. No hay que olvidar que el impacto socioeconómico en las familias es muy importante, y eso es un factor precipitante que yo he visto en pacientes que nunca antes habían tenido una patología depresiva.

“La depresión es una enfermedad y nadie tiene que pedir perdón por estar deprimido, lo que tiene que hacer es pedir ayuda profesional”

¿Se puede amortiguar esa situación que describe?

Yo diría que dos elementos que amortiguan el estrés al cual estamos sometidos son el tipo de personalidad y la calidad de los vínculos familiares y sociales que tenemos. Eso es importantísimo.

El agotamiento físico y psicológico también hace mella en médicos y enfermeros…

Está claro que un colectivo de alto riesgo es el colectivo de profesionales sanitarios que están haciendo frente a la pandemia. En ese sentido, donde más afectaría ese riesgo de padecer trastornos mentales sería sobre todo en el personal de las UCI, tanto médicos como sobre todo enfermeras. Los profesionales que han estado y están en primera línea son los que han tenido que ver cómo los pacientes se morían y los que han tenido que dar las malas noticias a los familiares. Esos profesionales, que al principio trabajaban además sin equipos de protección individual —EPIS—, llevan ya diez meses con ese tipo de estrés.

¿Cómo les puede afectar estar trabajando tantos meses así?

Yo creo que habría que hacer estudios para detectar todas las patologías mentales que el personal de las UCI puede presentar, pues estos profesionales pueden llegar a desarrollar lo que se llama el estrés postraumático, al tener que enfrentarse a situaciones como las que le he descrito. Además, el desgaste profesional va a aumentar las cifras de “burnout” —síndrome de quemarse en el trabajo—. Por otra parte, es importante la puesta en marcha de equipos específicos de atención psicológica, sobre todo para estos profesionales de alto riesgo, porque evidentemente no todos los médicos han tenido el mismo estrés en esta pandemia.

“Un colectivo de alto riesgo es el colectivo de profesionales sanitarios que están haciendo frente a la pandemia”

¿Los médicos reconocen ese impacto emocional en ellos mismos?

Bueno, el médico es una persona que a veces tiende a negar el impacto emocional que su trabajo pueda tener, a modo de mecanismo defensivo. Pero eso es un error, porque obviamente somos seres humanos, somos personas. A ello habría que añadir que el médico tiende muchas veces a automedicarse, para intentar aliviar un poco el malestar emocional y el desgaste acumulativo sufrido. En ese contexto, es muy importante hacer lo que se llama prevención secundaria, que es la detección precoz de esas situaciones. Además, son fundamentales los equipos de soporte psicológico, que ya hay en todos los hospitales. Curiosamente, los profesionales acuden a ellos menos de lo que sería deseable, quizás por la negación de su enfermedad o porque el hecho de reconocer problemas emocionales sigue siendo estigmatizante.

¿Cómo valoraban los profesionales sanitarios los aplausos que recibían cada tarde?

Fue un momento de unión extraordinaria entre la ciudadanía y los profesionales sanitarios. No hay que olvidar, además, que el primer mes y medio esos profesionales no dudaron en enfrentarse al virus sin apenas equipos de protección. Fue algo heroico. Una vez más, se demostró la empatía y la calidad de los profesionales sanitarios, así como también que el compromiso, la vocación de servicio y la capacidad de sacrificio van en su genoma.

Así lo reconocimos los ciudadanos…

Me gustaría recordar que todo ello se dio, además, en un escenario de un pseudo liderazgo sanitario por parte del Gobierno central, con un ministro de Sanidad —Salvador Illa— que era filósofo y que no distinguía lo que era importante de lo que era irrelevante, y con un portavoz altavoz —Fernando Simón— que es una vergüenza y que debería haber dimitido hace mucho tiempo. Mire, hay datos que son demoledores, como que desde el inicio de la pandemia y hasta ahora han muerto por coronavirus en España 107 médicos en activo, dos de ellos en Baleares. A ello hay que añadir todo el personal sanitario que se ha infectado en estos meses. Y lo más triste de todo es que el Ejecutivo de Pedro Sánchez sigue sin considerarnos profesión de riesgo.

“Illa no distinguía lo que era importante de lo que era irrelevante, y Fernando Simón debería haber dimitido hace mucho tiempo”

¿Qué diría de la actuación política del Govern en estos meses?

Diría que nuestra actuación no ha sido valorada como debía por parte del Govern y que eso duele mucho, por ejemplo a nivel retributivo. Ha habido mucha retórica, pero poco reconocimiento profesional. Como colectivo médico, estamos frustrados e indignados con el comportamiento del Govern. Es cierto que se pusieron las pilas con los EPIS cuando el Gobierno central fracasó, pero la gestión ha sido manifiestamente mejorable, por ejemplo con respecto a la contratación de personal. En ese contexto, lo que exigimos es que el Ejecutivo de Sánchez destine 10.000 millones de euros de los fondos europeos a sostener la sanidad pública española.

Hablemos de los negacionistas…

Son personas con creencias o sesgos irracionales y con un alto nivel de pensamiento mágico, con el cual niegan la realidad. Pero si niegas la realidad, tienes dos problemas, pues en la vida hay que consumir realidad, te guste o no te guste. En cualquier caso, el negacionismo no es ningún tipo de trastorno ni de patología mental.

Y luego hay también personas que viven como si no hubiera coronavirus…

Exacto, son personas irresponsables, egoístas, poco empáticas e individualistas, que además subestiman la letalidad del virus y minusvaloran la muerte. En ese sentido, valoran poco su vida y la vida de los demás. Este tipo de comportamientos específicos los podríamos definir como psicopáticos, ya que esas personas van contra las normas, no tienen empatía y les importa un rábano si pueden contagiar a los demás. Esa forma de actuar está motivada por una gran inmadurez psicológica. Dicho esto, por suerte la mayor parte de las personas sí tienen conductas responsables ante el virus y se cuidan cuidando a los demás.

“Nuestra actuación no ha sido valorada como debía por parte del Govern y eso duele mucho”

¿Cómo nos está afectando a todos anímicamente la pandemia?

Por una parte, compañeros inseparables de viaje que nos acompañan durante toda nuestra vida, como el miedo, la vulnerabilidad, la indefensión, el deterioro o la muerte, ahora emergen debido a todo lo que está ocurriendo. Por otra parte, la capacidad que tiene el coronavirus de mutar nos genera una gran incertidumbre, si bien hoy hay un elemento de esperanza, que es la vacuna. Además, ahora conocemos más el Covid-19, sabemos cómo tratarlo y tenemos estrategias que antes no teníamos. Aun así, todavía no hay que cantar victoria, pues puedes vacunarte y sin embargo transmitir el virus, pues la vacuna lo que hace es protegerte, no impedir que puedas contagiar a otra persona.

¿Qué papel juega ahora en nosotros y en los sanitarios el sentimiento de culpa?

Hay que partir de la base de que la culpa no es una emoción primaria, sino secundaria, es decir, no nacemos con ella. Influyen en la culpabilidad factores culturales, sociales y familiares. La culpa patológica es una autocrítica irracional, en el sentido de que te sientes culpable porque te planteas que deberías haber hecho algo que no has podido hacer. Las personas que son muy autoexigentes suelen ser personas que se maltratan mucho a sí mismas en ese sentido. La culpabilidad se ha visto ahora, por ejemplo, en personas que han tenido que elaborar duelos por familiares que han muerto sin haberse podido despedir de ellos. Ese desgaste puede surgir también en algunos profesionales sanitarios que no manejan bien sus emociones negativas. En cualquier caso, hay muchas personas a las que esto no les ocurre ni les pasa. La culpa patológica y persecutoria es irracional y va unida a una autocrítica tóxica.

A veces se compara la pandemia con una guerra…

Sí, cuando se habla del coronavirus, a menudo se utilizan metáforas bélicas, sobre todo a nivel mediático. Así, se sitúa al Covid-19 como un enemigo externo y se explica cómo vencerlo. Son imágenes que sirven para explicar un poco lo que se está viviendo. La metáfora de la lucha es acertada, pues muchas veces estamos luchando también contra nosotros mismos. En ese sentido, tenemos que intentar contener nuestras emociones y adaptarnos a la situación lo mejor posible, generando emociones positivas y viviendo el día a día. Por otro lado, también es verdad que la pandemia ha hecho emerger muchos valores prosociales, como la empatía o la solidaridad, haciendo que conjuguemos el “nosotros” en lugar del “yo” y que prevalezca el plural sobre el singular.

“La metáfora bélica de la lucha que utilizan los medios es acertada, pues muchas veces estamos luchando también contra nosotros mismos”

¿Está aumentando el porcentaje de depresiones?

Sí, es así. De hecho, la prevalencia en trastornos mentales ha crecido ya entre un 10 por cien y un 15 por cien. Recordemos que las dos patologías más frecuentes en ese ámbito son los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos. Ahora mismo, en salud mental deberíamos optimizar las ratios de profesionales, pues nos hacen falta más psiquiatras y más psicólogos en Atención Primaria. Hoy hay dos olas invisibles, la ola de pacientes no Covid, que nos va a desbordar, y la ola de la salud mental, que irá aumentando sobre todo en las épocas malas, que son primavera y otoño. En ese contexto, añadiría que si no conseguimos salvar la próxima temporada turística con una vacunación que inmunice al 70 por cien de los ciudadanos, habrá una debacle social, con todas las consecuencias que ello conllevará también en salud mental.

¿Qué nos recomendaría a todos para sobrellevar el día a día algo mejor?

Hay algo que es fundamental, que es la aceptación. Es muy importante que uno acepte lo que está sintiendo o lo que le está pasando aunque no le guste. Hay que tener tolerancia a la frustración o al sufrimiento, que es algo que nos pasa a todos. También es esencial vivir el presente, el aquí y el ahora. Yo siempre digo que los días malos sólo tienen veinticuatro horas, no veinticinco. Cuando uno está mal, también es muy importante contarlo, exteriorizarlo. El acompañamiento que te da por ejemplo un amigo que te escucha es muy terapéutico. Ya sólo con escuchar, basta muchas veces. En los días malos también ayuda salir a pasear o caminar durante una hora.

¿Algún consejo más?

Yo recomendaría también no añadir más leña al fuego cuando estamos mal, pues muchas veces con nuestros pensamientos negativos empeoramos más nuestra situación sin darnos cuenta. En ese sentido, es bueno autoperdonarse. Y si tienes creencias espirituales o religiosas es bueno rezar, pues te hace tener una mirada autocompasiva hacia ti mismo. También está bien darle una perspectiva temporal a lo que nos está pasando, preguntándonos si dentro de una semana le daremos tanta importancia como la que le damos ahora. Por otra parte, aconsejaría asimismo escuchar música que nos relaje. En cambio, no es bueno atiborrarnos de chocolate o de hidratos de carbono, pues el hambre emocional no va a resolver lo que nos ocurre.

¿Y tomarnos una chocolatina?

Una chocolatina, vale, pero no una tableta entera —sonríe—.

Por Josep María Aguiló

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