LA CUENTA DE COBRO A PETRO

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Los hechos ocurrieron el pasado fin de semana. Lugar: clínica de Marly ‘Jorge Cavelier Gaviria’, ubicada en el municipio de Chía, en las afueras de Bogotá.

En ese suburbio capitalino queda la mansión en la que reside el jefe del socialcomunismo criollo Gustavo Petro.

En horas de la mañana del sábado 29 de mayo, Petro ingresó al centro médico. En uno de los corredores los pacientes que allí se encontraban empezaron a murmurar. El despligue de seguridad llamó la atención de muchos. 

Rodeado por un nutrido grupo de escoltas, Petro empezó a saludar como si estuviera en una plaza pública. Creyó que los murmullos eran un amable gesto de aprobación.

Su rictus cambió de un momento a otro, pues un paciente que no se asustó con la presencia de los escoltas empezó a increparlo por la violencia que él ha generado en el país

En cuestión de segundos otros pacientes y visitantes -también algunos empleados de la clínica- empezaron a abuchear y a chiflar a un Petro que poco a poco fue acoquinándose.

Una prestigiosa médica que estaba en el lugar, le narró a LOS IRREVERENTES lo que había sucedido.

“Cuando Petro cruzó frente a la cafetería que hay en la clínica, las personas que lo vieron empezaron a gritarlo, a culparlo, a exigirle que cesara la violencia. Fue algo impresionante, como nunca se había visto en nuestra clínica. De inmediato, el equipo de seguridad que tenemos lo condujo a la oficina de relacione públicas para que su presencia no continuara agitando los ánimos de los pacientes y de quienes estaban allí”.

Horas después de los hechos, Petro publicó un trino en el que adjuntó un video editado donde trata de hacer creer que él no tiene nada que ver con los actos de violencia que se viven en el país. 

Ese individuo es consciente de que su extremismo empieza a pasarle factura. Los hechos son mucho más fuertes que sus palabras y explicaciones. Él, su partido, sus personas más cercanas son los responsables de lo que está sucediendo.

Si hoy Colombia está paralizada, las carreteras tomadas por delincuentes, las ciudades incendiadas, es consecuencia del odio que Petro se ha encargado de sembrar en los corazones de millones de ciudadanos. Él es un manipulador e irresponsable que a lo largo de su vida ha acudido a las vías de hecho y a la violencia para imponer su criterio. 

El episodio de la clínica de Marly es muy diciente. Los colombianos de bien, esos a los que Petro calumnia llamándolos paramilitares, no le temen y están dispuestos a hacérselo saber a través de abucheos y rechiflas. El neocomunismo ha quedado notificado. 

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