Los policías se sienten solos

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¿Dónde están las banderas por el asesinato de nuestros policías? ¿Cuántos afiches o avisos han puesto los colombianos en las fachadas de sus residencias, manifestando su indignación por lo que está ocurriendo? ¿Cuántos gritos de «los están matando» se han oído o leído en las redes sociales?

La soledad de la Policía Nacional es sobrecogedora. La sociedad a la que sirven decidió darles la espalda, todo por cuenta del odio que fue inoculado, durante años y con mucho cuidado, por quienes dicen defender los derechos humanos. Esos defensores de pacotilla, con un sesgo pavoroso, hacen mutis por el foro con tal de no mencionar a los policías asesinados, no sea que sus palabras les recuerden la realidad de que sus acciones pasadas, en las que mataron, destruyeron y secuestraron, les ayudaron a alcanzar el objetivo de conquistar el poder que ahora ostentan y mal harían, dirán esos deformes morales, en criticar el terrorismo que tanto les sirvió en el pasado.

Esta soledad de la Policía Nacional duele. El odio contra la institución rasga el alma. El desprecio por la vida de los uniformados deja el corazón hecho girones. Mientras cada policía se juega la vida las 24 horas del día, siete días a la semana –porque ya los buscan en sus propias casas, en cualquier momento–, la sociedad, alienada por la propaganda y el adoctrinamiento, los mira con sospecha y resentimiento.

Mientras los policías lloran la muerte de uno o varios de los suyos, la sociedad simplemente se sienta a esperar el zarpazo de un nuevo «acuerdo de paz» con los asesinos, terroristas y narcotraficantes que han emprendido la campaña de exterminio; de tal manera que les sean premiadas sus tropelías con la libertad para hacer sus negocios, además de impunidad y una cuota de poder.

Esa soledad de la Policía Nacional debe terminar de inmediato. Los colombianos necesitamos, literalmente, cerrar filas en torno a nuestros uniformados, vigilando los entornos e informando de cualquier actividad sospechosa. De igual forma, el gremio de los vigilantes, la mayoría retirados de las Fuerzas Armadas, debe contribuir a la protección de los policías, activando los protocolos de seguridad e inteligencia para garantizar la vida de los uniformados. Asimismo los taxistas, los vendedores ambulantes, los comerciantes… ¡Todos a una, como en Fuenteovejuna! La consigna debe ser: no más policías asesinados.

Sin la unión de la sociedad civil con la Policía Nacional, la vulnerabilidad de la nación será enorme y propicia para que los terroristas y narcotraficantes acrecienten sus tropelías contra toda la ciudadanía. Proteger y rodear a nuestros policías, es garantizar la seguridad y la estabilidad del país en los tiempos aciagos que se avecinan.

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