Nuevo capítulo de la guerra

0
436

Tal vez una de las mayores preocupaciones es que este conflicto se vuelva crónico, situación que a nadie le convendría.

A 26 días de cumplirse un año del ataque de Rusia a Ucrania, que dio comienzo a una guerra con consecuencias para todo el planeta, la única palabra que se puede usar para pronosticar en qué va a acabar este conflicto es incertidumbre. Lo que en principio se vio como una victoria rusa rápida y demoledora se fue convirtiendo con el paso de los meses en una defensa exitosa de los ucranianos apoyados por la Unión Europea y Estados Unidos, hasta llegar al momento actual en el que cualquier cosa puede ocurrir. Pero si algo demostraron las guerras del siglo XX es que no hay rival pequeño, una expresión que siempre se ha usado en fútbol y que en el contexto bélico reciente se muestra plenamente adecuada.

Tal vez una de las mayores preocupaciones es que este conflicto se vuelva crónico, lo que es muy posible que pueda ocurrir si se revisa un poco la historia. Si no hay un final del conflicto en términos de victoria/derrota, tampoco es un buen final porque la tensión entre las dos partes se mantiene y las cosas se pueden poner muy feas en cualquier momento. Según un estudio de la Universidad de Upsala, de las 63 guerras entre estados que se han dado desde la segunda mitad del siglo XX hasta los primeros años de este solo una tercera parte de ellas, o sea 13, han finalizado realmente. Estamos hablando de 50 guerras que quedaron abiertas o en suspenso en los últimos 70 años.

Apenas uno de cada cinco conflictos acaba con un ganador y solo el 45% de los países considerados fuertes lograron vencer a contendientes más débiles. Hoy en día, poner fin a una guerra depende de muchas variables que incluyen el contexto internacional, el contexto político interno y la percepción sobre la victoria. Este último punto, totalmente subjetivo, es clave para entender por qué el conflicto puede prolongarse.

Sin embargo, en este escenario acaba de ocurrir un hecho fundamental que podría ser la diferencia entre un conflicto congelado y una luz al final del túnel. Se trata de la autorización que ha dado Alemania para entregar tanques a Ucrania. Primero por su valor como arma de defensa del territorio y segundo por el mensaje de unidad que envían los países aliados. Lo anterior sumado a la prórroga de las sanciones contra Rusia por otros seis meses. La esperanza está puesta en que de esta forma disminuya la agresión y se dé espacio para el uso de todas las herramientas diplomáticas posibles. Porque en el fondo, si Putin se sale con la suya, cambiaría el orden europeo por la fuerza, podría querer hacer lo mismo en otros países y la tensión en la región sería permanente.

La respuesta de Putin a la decisión sobre los tanques no se ha hecho esperar: ha ordenado un ataque masivo con drones y misiles que según la UE demuestra su “naturaleza atroz e inhumana”. El gobierno ruso además emitió un comunicado ayer a propósito de la conmemoración del día del Holocausto, en el que equipara los crímenes de Ucrania con los de este proceso horroroso de la historia. Siguiendo con el argumento que justifica su ataque dijo: “Los crímenes contra civiles, la limpieza étnica y las acciones punitivas organizadas por los neonazis en Ucrania son precisamente el mal contra el que nuestros soldados lucharon hombro con hombro [en la Segunda Guerra Mundial]”. Desde el otro lado Zelenski, descendiente de judíos, dijo que “Hoy Ucrania honra la memoria de millones de víctimas del Holocausto. Sabemos y recordamos que la indiferencia y el odio matan”. Un duelo de palabras con mucho significado para las dos naciones y por supuesto para el pueblo judío.

Y mientras estos enfrentamientos continúan otro protagonista del conflicto matiza su posición. China, que en un principio se negó a condenar abiertamente la agresión rusa en Ucrania ha caído en cuenta que no le conviene complicar la situación con todo Occidente a la vez. Estados Unidos y la UE siguen siendo sus principales socios comerciales. De manera que ahora, actuando con cautela y pragmatismo, dice que su relación con Rusia se basa en “la no alianza, la no confrontación y la no agresión a terceros”.

Este año de guerra que se va a cumplir no permite pensar aún en la tan anhelada paz. Anhelada por los millones de civiles que se han visto implicados en un conflicto que no buscaron y por el resto del mundo que padece las consecuencias económicas. Ojalá esa unión de los aliados en torno a Ucrania y el movimiento a un costado de los chinos den paso a un momento definitivo que obligue por fin a sentarse a hablar y que no prolongue por mucho más tiempo este enfrentamiento inmisericorde. Hay mucho en juego, especialmente vidas.

Por El Colombiano – Editorial

Cuadro de comentarios de Facebook