Presidente Gustavo Petro en el Foro Permanente Indígena, en el marco de la COP 27

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Palabras del Presidente Gustavo Petro en el Foro Permanente Indígena

Sharm El-Sheikh, Egipto, 8 de noviembre de 2022.

En esta reunión, que denominaría de los pueblos ancestrales, que es nuestra raíz, todos tenemos las sangres mezcladas, y en América ni se diga, y en América del Sur ni se diga, las razas mezcladas, las sangres mezcladas, porque las razas no existen. Las sangres mezcladas del mundo en nuestras venas y eso nos lleva a estos tiempos, en este tipo de conferencias a un reconocimiento.

Si yo miro el tema de la selva amazónica, que hemos discutido aquí en varios eventos, son las comunidades indígenas de la selva amazónica quienes han cuidado la selva. No precisamente los pueblos mestizos que han llegado allí, incluso a veces desplazados por la violencia, la mayoría. No las mentalidades occidentales que trataron de utilizarla comercialmente, y aún lo hacen, sino han sido los pueblos indígenas en sus reservas, quienes han logrado cuidar la mayor parte de la selva amazónica.

Y eso es un aporte a la humanidad. Un aporte no reconocido a la humanidad.

Hoy sabemos lo que significa esa selva, desde la perspectiva de una lucha contra la crisis climática. Yo casi que diría que es el segundo, tercer, punto más importante; el primero siempre será dejar de consumir petróleo y carbón. Sin eso todos los demás esfuerzos se pierden, se evaporan.

Y hay, obviamente, una resistencia desde intereses muy poderosos de la economía, de la política, de las sociedades, a dar ese paso que es el fundamental: dejar el petróleo y el carbón.

Que afecta no solo a países productores, sino que afecta, y he ahí de la resistencia, el nivel de vida de los países más desarrollados, que aún no logran variar los criterios de la riqueza, que siguen pensando que la riqueza consiste en acumular y tener bienes, cosas y no en existir.

Y se ha puesto en contradicción el tener con el existir.

Si la riqueza la empezamos a medir en términos de intensidad de la existencia, que no pesa, que no es propiamente una cosa, sino que es el sentir del ser humano en la cultura, en su expansión como ser en esta tierra, entonces no tendríamos la crisis climática y viviríamos mejor.

Los indígenas de Colombia y de América del Sur nos enseñaron lo que significan los planes de vida.

Pues aquí, en este evento cosmopolita, un tanto burocrático y paquidérmico, lo que se intenta construir son planes de vida para toda la humanidad.

Al final es cómo nos defendemos de la posibilidad de la extinción. Un gran plan de vida de la humanidad que tiene una raíz y una experiencia en ustedes.

Yo recuerdo un indígena colombiano hace muchos años, que lideraba una lucha contra una empresa petrolera en un punto de Colombia, Roberto Cobaría.

Y él, casi sin hablar el español, en su lenguaje ancestral trataba de explicarle a Colombia, en primer lugar, que sacar el petróleo era quitarles la sangre a las entrañas de la tierra. Así se expresaba.

Y en ese momento, año 94 por ahí, muy poca gente entendía eso; pensaban es era una especie de magia, de carencia, de mito, que no tiene ningún asidero en la realidad.

Quién iba a pensar que el petróleo dentro del subsuelo podía ser la sangre de la tierra.

Y fíjense como ese mensaje, porque él decía, si sacan el petróleo es como si le sacasen la sangre al cuerpo y el cuerpo muere.

Era el pensamiento de Roberto Cobaría.

Y hoy aquí, muchos años después –ya 30 años desde que él pronunció esas palabras, como tantos otros líderes y lideresas indígenas lo han dicho–, hoy aquí, nos encontramos con que la ciencia occidental, los físicos, los químicos, los premios Nobel, las mujeres de la ciencia occidental, nos dicen, ¿y qué es lo que nos dice la ciencia? Que si sacamos el petróleo se acaba la vida.

Es decir, lo mismo que decía el dirigente indígena Roberto Cobaría hace 30 años, en algún punto de la geografía colombiana, en las montañas, tratando de detener una empresa occidental petrolera en su propio territorio, en territorio indígena.

Esas frases, entonces aquí, nos traen el hecho de que las comunidades ancestrales al final son la verdadera raíz de la humanidad, y que sus pensamientos diversos, construidos a partir de la sabiduría de los milenios de la historia de la humanidad, al final tienen en su interior la soluciones a la crisis de existencia de la humanidad en este momento.

En las comunidades indígenas es donde encontramos cómo se puede construir un existir intenso en la vida humana, al mismo tiempo que un equilibrio con la naturaleza.

Es más, es sólo con un equilibro con la naturaleza como se puede construir una verdadera intensidad de la existencia humana.

Y eso, que lo sabían, que nos lo decían, hoy toca recordarlo en todos los rincones del mundo y del planeta, y sobre todo en los rincones del poder. Porque es el poder lo que está impidiendo que se tomen las decisiones fundamentales para detener la crisis climática.

No es el poder el que está agenciando la solución, sino que es el poder en el mundo lo que está agenciando el problema.

Aquí propusimos que se cambie deuda por acción climática.

En los diferentes foros en donde me han invitado a hablar lo hemos dicho.

Uno no encuentra recepción a la idea. Unos países, porque están esperando limosna, como la oportunidad de recibir un dinero gracias a que existe el problema.

Otros países porque lo que están viendo es una oportunidad de mantener las condiciones que propiciaron la crisis climática, sin ningún tipo de sacrificio en sus estándares de vida, de consumo desaforado de las riquezas no renovables de la tierra.

Y otros porque ven aquí una oportunidad de ganancia.

Proponía alguien –no voy a mencionar su nombre para no entrar en debates, individualizados– que la forma de financiar la adaptación al cambio climático, es decir, la manera como nos tenemos que organizar para que no nos maten los grandes cambios del clima, debe ser financiada con deuda.

Es decir, que tenemos que endeudarnos más para tratar de financiar los problemas que causa la crisis climática, y que cada vez son mayores, en nuestras propias sociedades. Pagarles intereses.

Para todos y todas creo que hacer un simple cálculo hacia adelante, de cuánto costaría la adaptación, de qué significaría ese incremento de la deuda de todos nuestros países, pues tendría una realidad: nos mataría antes la crisis económica y el hambre que el cambio climático.

Nos debilitaríamos tanto, que nuestras sociedades entrarían en una crisis tal, que la crisis climática ya sucedería cuando nuestras propias sociedades entrarían en su propia crisis.

Una manera –y termino, compañeros–, una manera de financiar la adaptación en los países en desarrollo, que no tenemos los recursos suficientes, pero sí estamos endeudados es, precisamente, disminuir la deuda, y ese espacio financiero dedicarlo a la acción climática. Es decir, a la adaptación y a la mitigación, si es el caso. A salvar la selva amazónica entre varios aspectos que tendríamos que desarrollar.

Pero para que eso se vuelva realidad los gobiernos de los países en desarrollo tienen que unirse en una sola voz. Si no, no nos hacen caso.

América del Sur y Latina, pero la palabra latina es un abuso en América, porque hay más que latinoamericanos en América; hay afroamericanos, hay pueblos ancestrales americanos propiamente, etcétera. La voz de esa América tiene que juntarse para que un tema que suena simple, que suena lógico, disminuyan la deuda y dedicamos esos dineros a la acción climática, se vuelva una realidad.

Porque les cuesta que la tasa de interés y que el interés no corra de nuestras sociedades hacía instituciones financieras públicas y privadas al mundo. Les cuesta mucho.

Pero hoy la vida se impone sobre la tasa de interés. Y eso significa cambiar deuda por acción climática.

Gracias. Muy amables.

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