Repetición de “más de lo mismo”

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La violencia es su insumo, por todo lo que representa como frustración de la existencia humana.

La recurrencia en “soluciones” que de nada le han servido a la nación, estimula la acumulación de los problemas y estos se han vuelto crónicos, cada día más graves. Los ordenadores de esas fórmulas inocuas, mentirosas, calculadas para que nada cambie, cumplen su oficio con desfachatez y son conscientes de su engaño. La maniobra es su soporte y así se consolidan, libres de apremios, aunque también siempre expuestos a la arena movediza de que está hecha toda trampa.

La rutina de decir lo mismo con intención engañosa es una práctica oficial a cargo de los servidores públicos o funcionarios de franja de gobierno de alto nivel. Con respecto al asesinato de líderes sociales, o las masacres, o la muerte de excombatientes de las Farc, el ministro de defensa (don Diego Molano), no tiene otra ocurrencia que cargarle a los narcotraficantes toda la culpa y ofrecer una paga de tantos millones para quienes “suministren información sobre los autores materiales de los crímenes”. Pasado el tiempo el tema se calma y se pasa la hoja. Pero no hay investigación que lleve a la comprobación de los determinadores intelectuales de tanta violencia repetida.

La impunidad es el premio para los actores de las políticas de a sangre y fuego aplicadas con la permisividad de quienes manejan el poder. Lo hacen desde la Fiscalía y las otras ías sin importarles la justicia o el derecho como garantía de seguridad ciudadana. No hay respuesta frente a la desaparición forzada, o la trata de personas, o los delitos de los dirigentes que se asignan patente de corso para ponerse por encima de la ley.

La proclividad a aferrarse a repetir lo inútil, lo que no lleva a resultados de solución, lo que alarga los conflictos, se volvió un escape para los que mandan. Así pueden seguir teniendo utilidades con la prolongación de los problemas. La pobreza, el desempleo, la corrupción, la violación de los derechos, les reporta ganancias. La violencia es su insumo, por todo lo que representa como frustración de la existencia humana.

Para el sostenimiento de esos patrones de menosprecio de la vida, se han inventado las mentiras que se surten cada vez que se requiere defender el statu quo. Se vuelve a los lugares comunes de la distorsión para infundir miedo. Se pinta un “castrochavismo” feroz, sin importar que su réplica en Colombia es el autoritarismo oficial con semejanza a las dictaduras militares que infestaron a América Latina en un largo tramo del siglo XX.

A lo que los colombianos deben hacerle frente  es a  la maldición de “más de lo mismo”. Hay que romper ese pasado de engaño.

Puntada

La posibilidad de darle a Cúcuta la categoría territorial de distrito debe unir a todos los sectores en forma militante, con movilización sin pérdida de tiempo.

ciceronflorezm@gmail.com

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