Dos siglos de república

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Mi amigo y compañero de andanzas políticas de juventud, León Moncada, me contaba que cuando don Fabio Ochoa, reconocido caballista y ganadero del Suroeste antioqueño, fue por primera vez a París, cuna de reyes, cumbre de la cultura europea, escenario de la Revolución francesa y tantos capítulos de la historia universal, sus amigos y admiradores en la feria de ganados de Medellín se prepararon para recibirlo en el bar principal de la feria, curiosos por saber las impresiones de su viaje.

—Cuéntenos, don Fabio —preguntó Toño Bonito—, ¿cómo es París?

Don Fabio se acomodó en su silla y, muy tranquilo, respondió:

—Valiente pendejada, muchachos. París es una ciudad grande y bonita, igual a Montería, mucho carro, mucha bulla y un río por la mitá.

En eso quedó la historia de la Galia, Carlo Magno, Napoleón, el Rey Sol, Luis XVI, Notre Dame, Los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo. El río Sena igual al río Sinú.

En Colombia llevamos doscientos años de historia republicana, desde la Constitución de Cúcuta, en 1821, hasta el momento actual, con la última, de 1991, vigente aún con muchas reformas.

En doscientos años pasamos de reconocer a “Dios [como] fuente suprema de toda autoridad” a reconocer al pueblo como soberano, para inspirar la Constitución del 91.

De Nueva Granada a Estados Unidos de Colombia y a República de Colombia. Pasamos de un Estado católico a un Estado laico, en donde la mayoría de los ciudadanos somos católicos, pero la mayoría no importa, sino la libertad de cultos.

Tenemos una Constitución, la del 91, en la que se convoca a un referéndum para aprobar o desaprobar un Acuerdo de Paz, estudiado en Cuba, y la mayoría votó por el no, pero ganó el sí.

Las altas cortes nada dicen.

Guerrillas de bandidos reclutan a menores de edad para delinquir y atacar a las Fuerzas del Estado y para apoyar a narcotraficantes en sus negocios perversos y cuando dichos menores caen abatidos por las fuerzas legítimas del Gobierno en defensa del orden público, los representantes de la izquierda culpan al Gobierno por las muertes de los delincuentes menores y no a quienes los reclutaron.

En países vecinos, como Cuba y Venezuela, llamados hermanos por nuestros constituyentes, se reúnen delincuentes enemigos de Colombia, como son los miembros del Eln y las disidentes Farc, y el gobierno colombiano sigue teniendo relaciones diplomáticas y comerciales con dichos países, a todas luces enemigos de Colombia.

Esta República bicentenaria, con su Constitución del 91, más el Acuerdo de Paz con las guerrillas, prohíbe a los ciudadanos colombianos de bien portar armas para defenderse de los delincuentes, asesinos, ladrones y cuatreros, pero protege a los exguerrilleros que firmaron la paz, con armas, vehículos y salvoconductos del Estado, para hacer proselitismo político por todo el territorio nacional.

Bonita celebración estamos juntando con el covid-19.

Ñapa: Los cambios en la composición de las corporaciones Asamblea Departamental y Concejo de Medellín se dieron por la traición de políticos a sus partidos. El que la hace, que la pague

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