¿Gustavo Petro? ¡Qué miedo!

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Por: José Miguel Alzate

“Su modelo económico, inspirado en el llamado socialismo del siglo XXI, acabaría con nuestra economía”

La encuesta revelada por Noticias Caracol el pasado 21 de abril, realizada por Invamer, le da al senador Gustavo Petro el 38,3 por ciento de intención de voto, contra un 15,9 por ciento para Sergio Fajardo. Estos resultados cambian con referencia a la encuesta del mes de marzo, revelada por la revista Semana. Allí, Petro tenía una intención de voto del 18,9 por ciento frente a un 13,6 por ciento de Fajardo. Es decir, Petro creció en un mes el 19,4 por ciento en intención de voto, mientras que Fajardo apenas lo logró en un 5,3 por ciento. A un año del proceso electoral en el que se elegirá nuevo presidente, estas cifras prueban que el discurso del candidato de la Colombia Humana tiene calado y, por supuesto, conquista seguidores. Ante esta realidad, uno oye que la gente dice: “¿Gustavo Petro? ¡Qué miedo!”.

Los resultados de las elecciones presidenciales del 17 de junio de 2018, en la segunda vuelta, en los que Iván Duque Márquez obtuvo 10’398.689 votos contra 8’047.449 de Gustavo Petro, son muestra clara de que los votos del hoy Presidente de la República fueron en gran parte votos contra el candidato de la izquierda. ¿Por qué razón? Muy simple. Iván Duque no era el candidato ideal para regir los destinos de Colombia. Era un aspirante sin experiencia administrativa, sin bagaje político, sin conexión con el electorado. Un candidato sacado del cubilete del expresidente Álvaro Uribe Vélez para cobrarle a Juan Manuel Santos haber manejado el país sin pedirle permiso para hacer lo que hizo: firmar un acuerdo de paz con la guerrilla más antigua del hemisferio.

En Colombia, nadie pone en duda que si Sergio Fajardo hubiera pasado a la segunda vuelta, habría sido el presidente. Enfrentado a un joven inexperto en lides electorales como Iván Duque, que el único mérito que tenía era haber sido un obsecuente admirador de Álvaro Uribe, el exalcalde de Medellín habría obtenido ese día el respaldo en las urnas de la gran mayoría de los colombianos. Pero como el que pasó a segunda vuelta fue Gustavo Petro, la gente votó por el candidato del Centro Democrático simplemente por miedo a que el exintegrante del M-19 se llevara el triunfo. La consigna de los votantes era cerrarle el paso a Gustavo Petro hacia la Casa de Nariño, sin importar que Duque no estuviera preparado para asumir el manejo del Estado.

Haber sido un candidato que aumentó su caudal electoral entre la primera y la segunda vuelta en 3’188.380 votos, toda vez que el 27 de mayo obtuvo 4’859.069 sufragios, le permitió a Gustavo Petro incrustar su nombre como una marca de fácil recordación. Esta puede ser la razón para que esté adelante en las encuestas como aspirante a la primera magistratura. El protagonismo que ha logrado en estos años al oficiar como líder de la oposición le ha permitido exhibirse. Inclusive, todo parece indicar que ha estado detrás de las protestas que han terminado en asonadas. Esta exhibición continua en los medios le ha dado réditos que él sabe explotar. Lo más grave es que no le ha salido un contendor que lo ponga contra las cuerdas.

¿Por qué se le tenía miedo a que Gustavo Petro llegara a la presidencia en la campaña electoral pasada? Porque representaba una opción política de izquierda que amenazaba acabar con la empresa privada, como lo hizo en Venezuela su admirado Hugo Chávez. Como candidato se mostró enemigo de la libre empresa, capaz de perseguir el capital privado y, en consecuencia, producir la salida del país de quienes generan empleo, por miedo a que sus empresas fueran nacionalizadas. Además, porque su gestión en la Alcaldía de Bogotá fue desastrosa. Gustavo Petro ha sido un buen parlamentario, pero un mal administrador. La compra de 276 vehículos compactadores de basura le ocasionó pérdidas a la Empresa de Acueducto de Bogotá. Parte de estos vehículos se pudren hoy en parqueaderos.

Gustavo Petro despierta miedo en quienes crean empresa, generan empleo y pagan impuestos. Y con razón. De salir electo presidente, los industriales abandonarían el país, y el cierre de empresas causaría desempleo. Caeríamos en un sistema enemigo de la libertad de expresión, que conculca los derechos ciudadanos. Petro sabe manejar el discurso populista. Usa tonos y gestos que convencen al auditorio, y les dice lo que quieren escuchar. Sus trinos en Twitter son incendiarios. Elegirlo es correr el riesgo de caer en un sistema autocrático. En un reportaje reciente dijo que para hacer lo que quiere necesita, mínimo, tres gobiernos. Su modelo económico, inspirado en el llamado socialismo del siglo XXI, acabaría con nuestra economía. Petro sigue los lineamientos del Foro de São Paulo. Eso no le conviene a Colombia.

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