La crisis del coronavirus se verá el año entrante

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Por: Jorge Alberto Velásquez B.

En estos tiempos lo único cierto es la incertidumbre. El coronavirus tiene al mundo en la encrucijada (en las tres acepciones de la RAE). La mayoría de los planes quedaron congelados y todos los esfuerzos se concentraron en enfrentar la pandemia para sobrevivir de la mejor manera posible. Todos los países, todas las sociedades, todos los sistemas se vieron confrontados y hasta el momento han salido mal librados, no solo en cuestiones de salud, sino de economía, de política, de educación y de convivencia. Mal librados, porque estamos en noviembre y las cifras son peores que las del periodo marzo-mayo. El Covid-19 avanza sin control. Los augurios no son buenos. Aunque los gobiernos, todos en América y muchos de Europa, se creen sus propias mentiras cuando aseguran que las cosas van bien.

La pandemia está dejando vacíos y cicatrices en la educación, la inequidad social se profundiza y la democracia se resiente.

La violencia se extiende en muchas ciudades de Europa y Estados Unidos. En nombre de la libertad se producen desórdenes y saqueos. América Latina no es ajena a esta oleada de actos violentos, convocados por redes sociales.

Nadie sabe, a ciencia cierta, hasta cuándo se prolongará la crisis sanitaria del coronavirus, cuándo se podrá frenar la expansión de los contagios y cuando se disponga de una vacuna eficaz que permita vivir con un poco de tranquilidad.

Lo que se sabe es que el año entrante se reflejarán los reales efectos de la crisis económica.

¿Por qué?

Aquí hay por lo menos 15 razones para demostrarlo:

  1. Porque en el 2020 la gente que perdió su empleo o que redujo sus ingresos debido a la parálisis derivada del confinamiento “vivió de los ahorros”. Pero los ahorros se agotan y si no hay nuevos empleos o nuevos ingresos, la crisis se hará evidente en las facturas de servicios públicos, arrendamiento, la lista del mercado, medicamentos, transporte, matrículas, ropa, libros, entretenimiento.
  • Porque en el 2020 cerraron muchas empresas y negocios, afectando toda la cadena de suministros, producción y distribución. Eso significa que cada cierre deja un reguero de empleos perdidos y de menores ingresos en diferentes empresas, grandes y pequeñas.
  • Porque un negocio que cierra es un local vacío, un arrendatario que no recibe ingresos, un vigilante que pierde su puesto, alguien de servicios varios que deja de trabajar. Y son muchos los locales vacíos. Por donde uno pasa, ve los avisos de “se arrienda” atiborrando puertas y paredes. Los centros comerciales así lo evidencian.
  • Porque si hay menores ingresos, la gente cambia de vivienda hacia una de menor costo. Y claro: otro arrendatario que deja de percibir su renta y que también debe reducir sus gastos.
  • Porque los pequeños empresarios hicieron inversiones significativas para adecuar sus establecimientos y negocios a las nuevas condiciones de bioseguridad. Inversiones que no han tenido retorno por los cierres o por la inconsistencia en las medidas gubernamentales.
  • Porque si hay desempleo y menores ingresos, hay restricción en los gastos. Hay menos consumo y, en consecuencia, menos pedidos para las empresas que no han cerrado. Se reducen los turnos y baja el número de los equipos de producción.
  • Porque no hay asistencia social ni apoyo económico para los desempleados ni para los trabajadores independientes, quienes salen de la cadena de consumo para engrosar las listas de pobreza y vulnerabilidad.
  • Porque las mayores tasas de letalidad afectaron a las personas de más edad, trabajadores o jubilados. Eso quiere decir que las familias que dependían para su subsistencia de los sueldos y pensiones de los padres y abuelos fallecidos, ya no tendrán ese ingreso. (Sobre estas cifras, ronda el fantasma del FMI, cuando hace unos años lamentó que la gente estuviera viviendo muchos años, lo que afectaba el sistema de pensiones.)
  • Porque las costumbres y tradiciones cambian. Hay menos fiestas, menos celebraciones públicas, menos eventos culturales, menos conciertos, menos viajes, menos público (por el control de aforo) en los cafés, restaurantes, transporte, etc.
  1. Porque cambian las temporadas de viajes. Ya vimos que las celebraciones de Semana Santa se suspendieron en el mundo católico. Se cancelaron las fiestas patronales, las ferias del libro, los festivales de cine, los desfiles de modas, los lanzamientos de productos. Hasta los difuntos pagan las consecuencias: hay restricciones en las exequias y el día de difuntos transcurrió en solitario.
  1. Porque el teletrabajo, donde se puede, significa menos transporte, menos consumo de alimentos en la calle, menos compra de ropa, menos demanda de servicios como vigilancia y aseo.
  1. Porque hay menos turismo, lo que quiere decir que se afectan los hoteles, las líneas áreas, los restaurantes, los taxis, los buses turísticos, los almacenes, los guías. ¿Cuántas familias dependen de esta actividad?
  1. Porque la pandemia y el confinamiento demostraron que si la gente se limita a los consumos esenciales, la economía no funciona. Por eso el modelo económico neoliberal promueve el consumismo.
  1. Porque si la pandemia persiste, se afecta el promedio de esperanza de vida de los países y eso representa cambios en los costos de las pólizas de seguros.
  1. Porque solamente en 2021 se verán los efectos de la crisis en el sistema educativo: deserción escolar, menos estudiantes matriculados, menos profesores contratados y menos servicios.

Si el 2020 es un año de pesadilla, de dolor, de impotencia, de rabia contenida, ¿cómo será el 2021? Por adelantado sabemos, lo han dicho los expertos, que serán tiempos de desánimo y de mucha depresión.

Por otro lado, la crisis del coronavirus demuestra la importancia de la colaboración entre los gobiernos de los diferentes niveles territoriales (municipios, departamentos, República) así como la colaboración entre países. Pero de esto en América Latina más bien poco tirando a nada.

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