Toca reír para espantar el virus

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Por: Poncho Rentería

Lo veo y no lo creo: me acostumbré al encierro. Lo gasto leyendo los 187 temas que me interesan.

Lo veo y no lo creo: me acostumbré al encierro, se me volvió grato, puedo trabajar, y lo mío es escribir columnas, grabar mi espacio para ‘Caracol Televisión’ y leer con juicio los escritos y textos de las conferencias que por Zoom dicta mi profesor Juan Esteban Constaín. Aleluya, el profesor Constaín me han remediado buena parte de mis 199 ignorancias en el Imperio otomano, la caída de Costantinopla, los Romanov, Lenin-Stalin, el modernismo, dos guerras mundiales, Brigitte Bardot, Sinatra, los Beatles, el sexo libre, la píldora y las mujeres hacia el poder.

Me acostumbré al encierro con televisión, con Netflix, euforia, oficio, gimnasia, baño tempranero, ropa de colorines y repetirme: “Encierro amargo el de los secuestrados entre culebras y fieras, como el sufrido por Clarita Rojas, Gloria Lara e Ingrid Betancourt”. Aleluya: como millones de maridos, me volví adicto-esclavo a mi pareja, a Lulita Arango, soy pilísimo en limpiezas y cocina, y monto cariñosas payasadas para divertirla.

Me acostumbré al encierro. Lo gasto leyendo los 187 temas que me interesan. Ante el ocio, acepté hace 40 días el pedido de una editorial para un libro, hoy casi terminado. Tendrá perfiles de mujeres, de hombres, muchas pasiones, frases atrevidas, salsas dulces, salsas amargas, y de carambola ajustaré cuentas con mis ociosos años improductivos. Para escribir estoy entrenado: pronto cumplo 35 años de columnista en EL TIEMPO (1.600 columnas); en El País, 1.170, y 847 en ALO. Escribir es difícil, muchas columnas las escribe Lulita Arango, mi pareja.

Buenas buenas: me volví experto en domicilios de supermercados y tiendas, descubrí que los empaques de los artículos alimenticios y de aseo, granos, salsas y especies son brillantes y mentirosos porque están inflados con aire para hacerle creer al cliente que están llenos. Cosas de mercadeo.

El encierro trae noticias, la Súper arrinconó a unos señorones del curubito futbolero por posible ayuda a unos amigazos en licitación de boletas para el Mundial de fútbol en Barranquilla. Como que se ganaron un billetón en 45 días; para su negocito veloz usaron la bandera de Colombia, la camiseta amarilla, el patriotismo del hincha, más Falcao, Cuadrado, James, Mina & cía. Penoso y ordinario oso peludo cometieron esos los brujos. El novelón sigue.

Y estoy seducido, como señora distinguida ibaguereña, con la telenovela ‘Pasión de Gavilanes’. Y colorín colorado…

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