Un año, un blog, una pandemia.

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Durante buena parte de 2020 (desde mayo), semanalmente y en ocasiones con dos publicaciones, he estado escribiendo para este blog. Lo hago por la necesidad cotidiana de comprender algunos de los líos de estos tiempos y por supuesto, como todos los que escriben, por alimentar el ego de compartir esas ideas con otros. Ha sido un año extraño, obviamente. Que la gran mayoría de lo escrito se dedique a  encontrarle sentido a todo lo que ha pasado en la pandemia es apenas normal. 

Por allá en mayo nos preguntábamos sobre la posibilidad de cambiar los comportamientos durante la crisis del Covid-19. Las preguntas sobre comportamientos de cuidado, intervenciones y campañas públicas para promover el uso de mascarillas, la distancia física y el lavado de manos ocuparon buena parte de las publicaciones del año. Desde intentar comprender mejor las razones por las que las personas subestimaba el riesgo de contagio (una reflexión que si algo es más relevante ahora, meses después de que arrancara todo esto) o medidas controvertidas como el “Día sin IVA. O si se nos estaba yendo la mano con las normas y el control de los comportamientos durante la pandemia.

Fue también un año para las predicciones y los pronósticos apresurados. Las columnas en periódicos y notas en medios en los que nos imaginábamos “lo que vendría” luego de la pandemia, como si pensar en eso acelerara el proceso para volver a la normalidad, fueron excesivas. El blog no escapó de esto, y aunque arranquen con aclaraciones sobre lo difícil de predecir el futuro y lo ingrato de la adivinación, “Detrás de la puerta” se metió al cenagoso negocio de la futurología. Igual que “Recuperar el exterior”, una reflexión más nostálgica que realista sobre volver a la calle. O lo que ocurrirá, específicamente, luego de que pase lo más difícil de la crisis de la pandemia.

Los tiempos angustiosos son buena temporada también para esperanzas y este blog mantiene su sesgo prosocial (como su autor). De ahí señalar y poner el énfasis en la mejor manera de comunicar las medidas (enlace) o en reconocer la importancia de comunicar lo deseable, de hacer norma social de los socialmente conveniente. Pero sobre todo, de hablar sobre lo maravillosamente espontáneo, como en “Un mesa en un andén” y las razones de las acciones de solidaridad en la mitad de todo esto.

Por supuesto, no todo lo problemático estaba delimitado por la pandemia (así fuera, en la mayoría de los casos, un telón de fondo). En agosto, las tensiones entre el Alcalde de Medellín, la junta directiva de EPM y varias instituciones y personas que acompañaban el modelo de gobernanza de la ciudad enfrentaron una profunda crisis. Precisamente esa pérdida de confianza entre socios e instituciones dio pie a una serie de comentarios sobre la confianza en organizaciones y personas relevantes en términos sociales.

También hubo preguntas sobre lo que harían los estoicos en la mitad de una pandemia. En particular Marco Aurelio, al que siendo emperador romano le tocó la durísima peste antonina. Pero también, preocupaciones por las angustias cotidianas por los legados de las personas.

La discusión política polarizada, exacerbada por el combustible de los medios sociales y las perspectivas electorales en varios países, delimitaron mucho de lo que parecía sensato e interesante en la conversación pública. En el blog intenté revisar algunas de las razones de esas distancias aparentemente insalvables y  de reconocer la tensionante discusión política  salieron también propuestas, como el “Elogio a la moderación” o “En el medio“. Finalmente, incluso revisamos las perspectivas de la polarización desde las lecciones de Star Wars.

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