Una nueva gobernanza para Medellín

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En medio de la aparición de tantos candidatos a la Alcaldía de Medellín tenemos que hacernos las preguntas más importantes para tomar las mejores decisiones. ¿Cuál es el valor de nuestra ciudad? ¿Cómo se debe administrar? ¿Qué atributos debe tener quien la administre? En síntesis, las preguntas apuntan a qué debemos escoger este año y no solo a quién. Me refiero al modelo de administración, a lo que necesitamos que pase en Medellín.

La ciudad, en el corto plazo, necesita rehabilitar toda su estructura generadora de valor social y económico. El manejo doméstico, irregular y sin planeación de las capacidades y recursos han hecho que Medellín luzca hoy como un negocio familiar o de unos amigos que llegaron a derrochar lo que recibieron. La ciudad no se puede gerenciar con un modelo corsario ni de dádivas noticiosas, de saqueo y ampliación burocrática. La eficiencia en el manejo y la eficacia en los resultados son la única garantía de maximizar el bienestar que la ciudad puede producir para toda su población. Si el conglomerado público se destruye o se hace estéril e improductivo, lo que se maximiza es la miseria. La actual administración desterró y demonizó el gobierno corporativo, que, si se investiga mejor, sirve para proteger entre otras cosas la estabilidad, el control permanente y la eficiencia de las empresas públicas o privadas.

La destrucción principal ha consistido en hacerle creer a cierta porción de la opinión que lo público debe radicalmente separarse de lo privado y que, para hacer más grave el daño, el recurso público es una bolsa sin fondo de la que se puede sacar y sacar. El refrán popular es sabio cuando dice que este tipo de modelos son “pan para hoy y hambre para mañana”. Los ciudadanos nos preguntamos ¿Cómo recuperaremos de este derroche la riqueza que hemos construido por décadas en Medellín? La respuesta la sabemos porque también hemos sabido superar crisis y producir más riqueza.

Lo primero, la ciudad debe ser liderada con las más exigentes normas de buena administración. Segundo, debe haber rendición de cuentas públicas periódicamente, control y veedurías. Tercero, se necesita la orientación de verdaderas juntas directivas conformadas por funcionarios expertos, independientes, rigurosos y confiables socialmente. Finalmente, Medellín requiere una administración que sea capaz de hacer sostenible su crecimiento y que garantice eficientemente y con proyección, la distribución de ese progreso en términos de bienestar social, equidad y oportunidades. Acá es donde cabe decir que no nos vamos a volver a equivocar dejando al ratón cuidando el queso

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