Votar bien es escarmentar

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Hay documentos que deberían leerse y grabarse de memoria los actuales candidatos, al tiempo que puede ser recomendable que aprueben siquiera un curso intensivo de ética y comportamiento para el buen gobierno.

Por Juan José García Posada – juanjogp@une.net.co

En medio de la repulsiva contaminación visual causada por la cantidad tremenda de vallas y avisos de una mal entendida y practicada propaganda política para las elecciones muy próximas, abundan ahora, como nunca antes, las imágenes de candidatos que despiertan por lo menos suspicacias por sus antecedentes y su comportamiento en el desempeño de funciones públicas o privadas. La confusión y la incertidumbre que despiertan entre los ciudadanos llamados a votar le rebajan calidad a la prueba democrática.

Individuos carentes de experiencia administrativa, desconocedores de normas elementales de buen gobierno, imprudentes y primarios en sus expresiones, pendencieros y camorristas, irrespetuosos de sus rivales, insultólogos de oficio y en fin dueños de unas fallas que deberían descalificarlos a la luz del simple sentido común, ofrecen un conjunto de imágenes que muestran en muchos casos inmadurez, impreparación y desprecio de reglas básicas de ética para la función pública. Cada ciudadano, si no quiere desperdiciar su voto, está en el deber de aplicar su capacidad de discernimiento y su experiencia para abstenerse de elegir indeseables.

El caso actual de Medellín es bien inquietante. El episodio vergonzoso que protagonizó el señor Alcalde el jueves último en el Concejo es una muestra de la grosería y el mal carácter amenazante de un funcionario que, pese a su talento y su dominio de temas como el de las tecnologías, exhibe una falta de buenas maneras, algo esencial para asegurar que el depositario de la voluntad general no es factor de conflictos, buscapleitos dañino y porfiado, divisionista empedernido y demoledor de puentes para el entendimiento entre su administración y las llamadas fuerzas vivas de la sociedad.

Hay documentos que deberían leerse y grabarse de memoria los actuales candidatos, al tiempo que puede ser recomendable que aprueben siquiera un curso intensivo de ética y comportamiento para el buen gobierno. Así se aprenderían normas elementales como las que prescriben que el funcionario debe ser imparcial en el trato a los ciudadanos, sean partidarios u opositores, que debe mantener apertura a la crítica de los asociados y de los periodistas, que a los medios de comunicación libres, responsables e independientes y merecedores de credibilidad y prestigio por su aporte histórico al bien común hay que tolerarlos y no rodearlos de “alambrados de garantías”, porque ni son enemigos ni tampoco son cogobernantes sino, por delegación obvia y tácita de la audiencia, vigilantes, investigadores, críticos e intérpretes de aciertos y disparates de los que gobiernan.

Es respetable la tendencia a restarle valor al voto como si fuera una expresión poco significativa de soberanía individual y colectiva. Pero es más grave votar por votar, ayudar a la elección de cualquier Fulano que no merezca representar a la gente ni en la alcaldía de la ciudad de hierro. Leer y analizar programas, aplicar la sindéresis y la experiencia en el conocimiento de las actitudes humanas, estudiar antecedentes y ejecutoria de los postulados, son requisitos para evitar nuevas y fatales equivocaciones. Votar bien es escarmentar.

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