“Crucé todo un país a pie para nada” A venezolanos, su gobierno les restringe la entrada a su país

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“Ver un bombillito prendido en medio de la nada, en plena oscuridad, era una gran alegría”.

María Laura Aldana, una venezolana de 29 años, hace un recuento de sus últimos 30 días, en los que atravesó Colombia —a pie, en mula, en camión— para llegar a donde está ahora: La Parada, la última población antes de cruzar a Venezuela.

“Apenas veías esa lucecita sabías que no ibas a morir en plena carretera”, detalla.

Cientos de venezolanos como ella están allí esperando —durmiendo en el piso, sin dinero, bajo un sol de 38 grados— para volver a su hogar después de una larga travesía por este país montañoso.

Venida de Lima, Perú, Aldana decidió regresar porque la pandemia del coronavirus acabó con la razón de su partida de Venezuela: un trabajo como costurera que le permitió durante un año enviar dinero a casa, donde está su hija.

Lleva un mes de camino y ahora se encontró con el obstáculo que por más tiempo la ha mantenido quieta: el puesto migratorio de las autoridades venezolanas.

“Crucé todo un país a pie para nada”, sentencia. Desde que comenzó la cuarentena en Colombia, el 25 de marzo, al menos 71.000 venezolanos, según cifras oficiales, han vuelto a su país porque su principal fuente de dinero, la economía informal, está temporalmente fuera de servicio.

A partir de ese momento, Venezuela ha ido reduciendo el número de personas que deja entrar al día.

Y, con eso, se ha ido aglomerando más gente —sin recursos, sin cama, sin fuerzas— en una de las fronteras más peligrosas del mundo. Hoy la fila tiene medio kilómetro.  

  • “Armas biológicas” 

    Durante la pandemia, el gobierno venezolano ha mantenido que el coronavirus está bajo control y que los contagios son “importados”.

    El martes, por ejemplo, el canciller, Jorge Arreaza, aseguró que “8 de cada 10 casos de#COVID_19 (en Venezuela) provienen de venezolan@s que por miles huyen de Colombia, Ecuador y Perú. Esto refleja el pésimo manejo sanitario y subregistro en esos países”.

    Y la vicepresidenta, Delcy Rodríguez, dijo que “Colombia miente en cuanto a sus casos. Reportan en la frontera 256 casos. Pero Venezuela reporta 1.255 casos. ¿Cómo se explica la mentira que se está imponiendo?”

    Algunos funcionarios chavistas incluso han llamado “armas biológicas” a los migrantes venezolanos que buscan regresar.

    Las cifras oficiales de contagios en Venezuela son, en efecto, mucho menores que las de otros países en la región, pero expertos aseguran que allí también puede haber subregistro y que el aislamiento aeronáutico del país pudo contribuir a contener al virus.

    El presidente, Nicolás Maduro, anunció el lunes que las Fuerzas Armadas se desplegarán a la frontera para impedir el ingreso de venezolanos al país a través de pasos informales, conocidos como “trochas”.

    Y, desde la semana pasada, por los puestos oficiales de migración solo dejan entrar 300 personas al día; tres días a la semana.

    Una población en una mesa de ping pong

    “Pero ni eso se cumple”, añade María Laura Aldana, que responde las preguntas de BBC Mundo vía telefónica mientras reacomoda su carpa o “cambuche” después de ser promovida en la fila.

    Al fondo suena gente gritando “rodando, rodando”, en referencia al avance de la fila.

    “Lo que pasa es que no importa si tú avanzas un poco, porque para entrar realmente necesitas pagar, porque si no, te mantienen muy atrás en la fila”, explica.

    “Y pasar por las trochas —continúa— dicen que está muy riesgoso y yo ni quiero averiguar de ese tema porque no estoy en la situación de pagar”.

    A 10 kilómetros de La Parada está Cúcuta, la ciudad con mayor informalidad laboral en el país (80%, según cifras oficiales) y constantemente golpeada por los sucesos criminales y comerciales de la frontera.

    Su alcalde, Jairo Yáñez, le dijo a BBC Mundo: “Hasta ahora hemos tenido una respuesta muy eficiente a la pandemia, pero ahora eso puede cambiar porque (los venezolanos) están llegando en buses sin permisos, con sobreocupación, de países como Perú y Ecuador, con niveles de desnutrición y sistema inmune muy afectados”.

    El gobierno colombiano, que no reconoce a Maduro como legítimo presidente, culpa de la situación a las autoridades venezolanas.

    Derechos de autor de la imagenJUAN PABLO BAYONA
    Image captionCaminaron cientos de kilómetros. A duras peas tienen una sábana. Duermen sobre cartones.

    “Maduro está bloqueando una posibilidad humanitaria”, dijo el presidente, Iván Duque, quien asegura estar garantizando “corredores humanitarios” para”facilitar el paso” de los venezolanos que quieran volver.

    Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, en Bogotá, opina: “Nuestro temor es que esta población quede como en una especiede mesa de ping pong, porque no los dejan entrar a Venezuela y en Colombia empiezan también a rechazarlos, y que por eso tengan que someterse a mayores riesgos, como pasar por trochas en manos de bandas criminales para resolver su situación”.

    De los cinco millones de venezolanos que han salido de su país durante la última década por la crisis económica, un tercio de ellos está en Colombia. Y el 90% de ellos, según el Observatorio, vive de la economía informal.

    Duque dice que el país los ha recibido con “fraternidad”, pero que la respuesta a la crisis de refugiados no puede depender únicamente de Colombia, que de por sí enfrenta problemas de desplazamiento interno, informalidad laboral y pobreza.

    “Necesitamos más compromiso y más recursos de la comunidad internacional”, ha reclamado reiteradamente.

    “Pasar hambre sin tener que pagar”

    De vuelta a La Parada, donde una autopista fue habilitada para que esperen y duerman los cientos de venezolanos que quieren volver, Yofran Bracho, un albañil de 34 años, se queja de estar “sufriendo de todo”.

    “Tenemos hambre, tenemos sueño, tenemos cansancio, tenemos desesperación, hay niños pasando trabajo, hay gente con problemas en las piernas”, le dice a BBC Mundo.

    Los últimos 10.000 pesos (US$2,4) que tenía, asegura, se los gastó en idas al baño para su esposa. Las cobran a 1.000 pesos (US$0,25) en La Parada.

    Están durmiendo sobre un cartón “con una simple sabanita y sin poder profundizar mucho (en el sueño) porque si no, me roban el bolsito”.

    Como tantos otros venezolanos, Bracho estaba en Medellín, Colombia, trabajando en la economía informal para enviar remesas a sus tres hijos, que están con su madre en Puerto Cabello.

    “Pero cuando empezó esto (la pandemia) nos sacaron del trabajo y ya nos estaban amenazando con echarnos de la casa si no pagábamos arriendo, y es que yo ahora no tengo ni un peso, padre, nada”, indica.

    Cientos de venezolanos, y muchos colombianos, han sido desalojados de residencias informales durante la pandemia porque ya no tienen cómo pagar.

    La solución: volver a su país, que enfrenta la peor crisis económica de la historia recientede América Latina, donde se va la luz, los hospitales no tienen insumos y el agua y la gasolina escasean.

    La mayoría de los venezolanos que han regresado durante la pandemia han tenido que pasar 14 días en albergues a manera de cuarentena donde, según la oposición venezolana, se presentan “situaciones infrahumanas”.

    Pero para Bracho, eso es menos grave que quedarse en Colombia: “Por lo menos allá (en Venezuela) no tengo que pagar arriendo ni servicios ni nada”.

    “Por lo menos allá pasamos hambre sin tener que pagar”.

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