Pandemia de mitos

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Hay quienes tratan de encajar, a la fuerza, las causas de la pandemia en sus teorías.

Espero que en dos años algún pensador agudo exponga los absurdos que se han dicho durante esta pandemia. Ha habido teorías de conspiración que persistirán, porque cuanto más absurdas, más duran. Más preocupantes son los análisis de gente seria que le tuerce el cuello a la lógica para explicar las razones por las cuales surgió la pandemia (distintas a que se trata de un evento natural). Las reglas que permiten a los filósofos postular una relación causa-efecto han sido inmisericordemente atropelladas.

Algunos aseguran que nunca había vivido la humanidad situación parecida. ¡Por favor! Tuvimos una peste que duro 900 años y mató, en muchos lugares, a dos tercios de la población. En los últimos 100 años hemos tenido nueve pandemias o cuasipandemias, una con 100 millones de muertos. Aún recuerdo de mi infancia el terror que le teníamos a la polio.

Hay quienes tratan de encajar, a la fuerza, las causas de la pandemia en sus teorías sociales o ambientales. Parece irresistible ese impulso de darse la razón a uno mismo. La realidad es que estamos ante un evento natural. Lo hemos enfrentado en forma diferente a otros anteriores porque las circunstancias son diferentes. Las consecuencias económicas van a ser graves, pero en la historia las pandemias indefectiblemente fueron seguidas de tremendas hambrunas; esta vez, si actuamos bien, no se darán.

Algunos, con optimismo utópico, plantean que se va a producir un quiebre en la sociedad, en la economía y en la estructura política. Hay quienes lo dicen pensando con el deseo, otros lo hacen pensando con el temor. Deseo y temor son naturales, pero no ayudan a acertar.

Viajamos sobre una frontera. Muchas cosas en el futuro caerán de un lado u otro según nosotros las inclinemos. Se dice que las relaciones entre la gente se van a modificar, pero no es claro en qué sentido. Hay actos de solidaridad y altruismo, pero también se cerraron fronteras, aumentó la xenofobia, se agrede a personal de salud en sus casas y hasta hemos visto a monjas peleando con sus vecinos, a punta de rosarios y rock, por el dominio del espacio auditivo.

El aislamiento social no es bueno. Tal vez sea un mal menor, no es una virtud. El mensaje oficial dice que te aíslas para proteger al otro, pero lo que resuena en el subconsciente es que te aíslas para protegerte del otro. Hay países donde se empezó a considerar el establecimiento de un sistema de inteligencia artificial para hacerles seguimiento a sus ciudadanos, como en la peor distopía. Nosotros no tenemos la tecnología para hacerlo, pero nos esforzamos. En Leticia, personas disfrazadas de ángel de la muerte azuzan con sus báculos a los desobedientes; en los noticieros, periodistas y gobernantes locales acosan a personas sencillas, reclamando la intervención de la Fiscalía y el Ejército. No se alcanza a ver si debajo de la chaqueta visten camisas negras. Tenemos que establecer normas de cuidado y prevención, ¡pero no nos chiflemos!

Sí podría ser realista esperar que se aceleren algunos procesos que se venían dando. Se hizo muy evidente que el país tiene que estar totalmente intercomunicado con internet. Hay que revisar el sistema de salud. Hay empresas que deberán transformarse. Se fortalecerán estudios y trabajo a distancia. La producción de alimentos será prioritaria y con bienestar al campesino. Se revisará el sistema impositivo para promover la equidad. Va a hacerse aún más evidente la necesidad del desarrollo científico y tecnológico. Se profundizará la discusión sobre el ingreso mínimo vital (algún día llegará).

Pero eso no se va a dar espontáneamente; habrá que empujar. Sería una muy buena tarea para una academia con imaginación y conocimientos, crítica, razonable y (me perdonan algunos colegas) no dogmática.

Por: Moisés Wasserman –  El Tiempo

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