Progresos incómodos

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Por Raúl E. Tamayo Gaviria

Mi amigo Pedro Builes de Santa Rosa de Osos contaba que sus padres tenían su finca por el camino a Carolina del Príncipe. A la orilla del camino de acceso, vivía doña Asunción, una campesina, inocente e ignorante a la que le gustaba usar cuanta palabra nueva escuchaba, sin conocer su significado. Ella creía que impresionaba a sus contertulios con su vocabulario.

Cierto día llegó doña Asunción a la casa de los Builes de visita. Pedro, que iba para el pueblo, le preguntó:

—Doña Asunta, ¿cómo estaba el camino de venida?

—Pues, don Pedro, el camino está un poco correlativo, pero siempre tiene pasos confidentes.

Yo no voy a imitar a la viejita de Santa Rosa, pero sí quiero manifestarles a mis lectores mi admiración por las obras que están ejecutándose en la vía a Urabá, en los dos tramos: Mar 1, entre Medellín y Cañasgordas, y Mar 2, entre Cañasgordas y El Tigre, Chigorodó.

Tanto el Consorcio Mar 1 como el Consorcio Mar 2, China Harbour Engineering Company, que se acaba de ganar el premio Promotor de Proyecto del Año, están realizando obras descomunales para construir unas maravillosas autopistas entre montañas, profundas cañadas y enormes precipicios, utilizando grandes maquinarias para desplazar vigas gigantescas y perforar túneles que acortan distancias, evitan derrumbes y disminuyen mantenimiento.

Maravillados y agradecidos estamos todos los usuarios con las obras de ingeniería, pero no puedo ocultar mi inconformidad con las incomodidades que nos ocasionan a los usuarios de las vías con algo que se puede manejar. La señalización y el manejo de los “pare y siga” dejan mucho que desear y son un martirio para que los que nos desplazamos continuamente.

Mi experiencia como secretario de tránsito y transporte, hoy sería de movilidad, me autoriza para criticar tantas pequeñas obras, que se podrían reducir con una mejor programación, teniendo en cuenta a los usuarios de las vías: las empresas transportadoras de carga, productos perecederos y ganados, los buses de pasajeros y los vehículos particulares con niños y enfermos.

Un “pare y siga” en cada kilómetro triplica el tiempo de viaje, desespera al usuario de la vía y aumenta los costos de viajar. ¿Cuánto vale el tiempo del que vive de ese medio? Los vigilantes de los “retenes” miran impasibles cómo los conductores impacientes desobedecen los “pares” y pasan atropellando vía, creando “tacos” peligrosos, porque no hay autoridades de policía y todos se creen con mejor derecho.

Estas empresas constructoras de prestigio internacional y el Ministerio de Transporte deberían pensar que son los usuarios de las vías los que pagan su construcción y mantenimiento. Una mejor señalización y una mejor programación de los retenes disminuiría también el personal de vigilantes de los “pare y siga” y agilizaría las obras.

Los concesionarios, por favor, considérenme un admirador y crítico positivo.

Ñapa: La familia Aguirre Jiménez, de Pácora, creció con la llegada de Cristóbal. Espero que él también me alcance a leer dentro de unos años, si es que los nuevos directivos de EL COLOMBIANO me dejan, y si el Padre Celestial lo permite

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