SIQUIERA SE MURIERON LOS ABUELOS

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Autor: Jorge Robledo Ortiz. En la voz de José Gregorio Hernández Galindo

Hubo una Antioquia grande y altanera,
Un pueblo de hombres libres.
Una raza que odiaba las cadenas
Y en las noches de silex,
Ahorcaba los luceros y las penas
De las cuerdas de un tiple.
Siquiera se murieron los abuelos
Sin ver cómo se mellan los perfiles.

Hubo una Antioquia sin genuflexiones,
Sin fondos ni declives.
Una raza con alma de bandera
Y grito de clarines.
Un pueblo que miraba a las estrellas
Buscando sus raices. (La molicie).

Hubo una Antioquia en que las charreteras
Brillaban menos que los paladines.
Una tierra en que el canto de la cuna
Adormecía también a los fusiles.
Una raza con sangre entre las venas
Pero sin sangre niña en los botines.
(Sobre los jazmines)

Hubo una Antioquia en que las hachas eran
Blasones de la estirpe.
Una tierra de granos y de espigas,
De cantos y repiques.
Una tierra de azules madrugadas
Y tardes apacibles.
(El vergonzoso eclipse)

Hubo una Antioquia en que la cruzde Cristo
Llenaba el corazón de los humildes.
Una tierra en que el pan era sin llanto
Y el calor del hogar sin cicatrices.
Una raza de hombres que tenían
El alma buena y la conciencia simple.
(Junto a la dulce paz de los trapiches)

Hubo una Antioquia en que la esperanza
Medía su estatura en las raíces.
Una raza de hombres que ignoraban
La blanda sumision de los rediles.
Un pueblo campesino de patriarcas
Con poder en la voz, no en los fusiles.
(Sin ver omnipot. En los alfiles.)

Hubo una Antioquia de mineros fuertes,
De arrieros invencibles.
Unos músculos que alzaban el futuro como vara de mimbre.
Una raza enfrentada a la montaña
Con tesón de arrecife.
(Sin la sensualidad de los cojines)

Hubo una Antioquia donde la alegria
Retozaba en los ojos infantiles.
Un pueblo que creia en las campanas
De las torres humildes
Y respetaba el grito de la sangre
Y la virginidad de los aljibes.
(Creyendo en la blancura de los cisnes)

Hubo una Antioquia de himnos verticales,
De azadas y clarines.
Un pueblo que veía en las estrellas
Dorados espolines
Y le rezaba a Dios mientras la luna
Templaba la nostalgia de los tiples.
(Con esa muerte elemental y simple)

AUTOR: Jorge Robledo Ortiz. En la voz de José Gregorio Hernández

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