Ensalada Política: Entrada

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Aunque antes de la pandemia disponíamos de tiempo, ahora en la cuarentena tenemos mucho más, puesto que por nuestra edad provecta forzosamente tenemos que mantenernos en la casa. Y encerrados como estamos ¿qué cosa más interesante que volver a preparar nuestras ensaladas?

Comencemos por el gobernante, que como en toda ensalada que se respete es la pieza principal de nuestra preparación. En otro tiempo, cuando reinaba Juan Manuel I y nosotros hacíamos lo posible y lo imposible por sacarlo de la casa de Nariño, sobraban las verduras y los picantes. Pero ya JM se fue a disfrutar de su fabulosa fortuna, de su opaco Nobel tan duramente adquirido y del patronazgo de George Soros y quedó de dueño de casa Iván, no el terrible zar de la historia rusa, sino el que dijo Uribe, que —verdad sabida— parece que se equivocó en materia grave por segunda vez.

En principio, a este aprendiz de gobernante solo se le podía achacar el hacer “caso omiso” de lo que le advirtió con todas sus letras su copartidario Macías cuando lo posesionó del cargo, es decir averigüe primero lo que recibe, que es una enorme carga de problemas causados por la fea costumbre de su antecesor de fabricar y repartir mermelada a todo el que tiene que cerrarle la boca o comprarle un trisito de lealtad, en lo que, desde luego, no le paró bolas el nuevo zar, con la natural consecuencia de que por ese silencio incomprensible, acabó tapando la extrema pobreza y las muchas deudas existentes, que para no causar escándalo disfrazó con los elegantes nombres de “presupuesto desfinanciado” y “vigencias futuras comprometidas”.

Después vino el serio problema, hasta ahora sin solucionar, de los nombramientos en el interior y en el exterior del nuevo gobierno, que quedó conformado por una elevada cantidad de santistas y el resto por amigos de su niñez, por compañeros de la universidad Sergio Arboleda y uno que otro recomendado de su padrino.

Por supuesto los demás políticos capitalinos que esperaban por lo menos una pequeña tajadita del desfinanciado presupuesto y los dirigentes de los departamentos que le pusieron la mayor votación de la historia patria, también se quedaron con las ganas y todos pusieron el grito en el cielo, lo que, finalmente, quedó ferozmente comprobado en la falta de gobernanza que se creó con los congresistas, (excepto los del CD, que por orden superior todo lo aguantan), y en los flacos porcentajes de opinión favorable de las encuestas.

Y así siguieron las cosas, mes tras mes. La JEP, la CC, la Suprema, el C. de Estado, el C.S. de la Judicatura, como en Fuenteovejuna, comenzaron a darse gusto, “todos a una” cuando de ponerle palos a la rueda de la gobernabilidad se trataba. La mayoría de los integrantes de ambas cámaras, se regocijaban con cada mal paso del gobierno y los parlamentarios más destacados como Petro el de las bolsas, Cepeda el maloliente, Roy el lagarto mayor, Robledo el de blanco cabello y negro corazón, los Farrucos y demás especímenes, sonreían con aprobación como queriendo decir estamos triunfando, vamos muy bien.

Y mientras tanto, nuestro equivocado e incomprendido zar se empeñaba en darle gusto a los adversarios y en no aceptar la ayuda de los amigos, en demostrar un temor reverencial a los nada favorables miembros de las cortes, de todas las cortes, con la posible aunque no segura abstención de la corte celestial; en allanarle el camino al ínclito Holmes para que sea su sucesor pasándolo de Exteriores a Defensa y dándole tanto juego hasta que, de pronto, hasta se la jueguen a él, en fin: confirmando cada día que el suyo puede ser un gobierno de transición y que nosotros, los desventurados colombianos no tenemos opción distinta a ver, oír y callar.

Así las cosas, llegó la pandemia y, la verdad sea dicha, el zar esta vez acertó y se creció. Se movió a buen tiempo, le perdió el miedo a la CC y decretó la emergencia, se anticipó a los problemas y comenzó a dictar todos los decretos necesarios que antes no había dictado, se asesoró de expertos, estableció cuarentenas urgentísimas, habló mucho menos de lo que obró, en fin: se manejó como todo un señor Presidente y en esas estamos.

¿Qué vendrá ahora? ¿Se regresará al posible gobierno de transición? ¿Seguirá el sorosantismo inspirando la inacción o la equivocada acción del gobierno? El Tiempo lo dirá. Y como se decía en la época de López Michelsen, si no lo dice El Tiempo, lo dirá El Espectador.

Holmes y los militares. El ínclito Holmes, segundo plato de nuestro menú, que ha sido ministro y embajador de varios gobiernos, aspirante permanente desde el CD al solio de Bolívar (no confundirlo con el congresista que escribió aquello de que sin t.t. no hay paraíso), comenzó su labor como ministro de Exteriores ratificando santistas y aumentándolos en la nómina y en un momento dado, con la más risueña complacencia de su jefe, nombró a cierto general, de cuyo nombre no queremos acordarnos, como embajador en Australia. Es de advertir que, por el hecho de haber pasado a la diplomacia, ese general, que como santista recalcitrante es tan taimado como su jefe, no dejó el ejército, así como así, sino que dejó montada toda una organización de oficiales para que siguieran cumpliéndolas las consignas del exmandatario, continuaran haciendo sus pingues negocios e hicieran todo lo que fuera necesario para que el poder dentro de la Fuerza Pública continuara en sus manos de santistas irredentos.

No se sabe con certeza absoluta si Holmes supo o no supo o no quiso saber todo esto, pero el hecho es que el general-embajador sigue en su cargo, que el ejército anda dividido en dos bandos, que el inteligente Holmes con razón o sin ella acabó o está acabando con la inteligencia militar (entre otros motivos porque el ejército le ha hecho inteligencia a tirios y troyanos, ya que la misión de la inteligencia de un ejército es averiguar por el bien del país todo lo que pueda de todas las personas, sean amigas o no, ya que la amistad puede convertirse en lo contrario en cualquier momento) y hasta destituyó al director de la Justicia Penal Militar, un funcionario del cual, que se sepa, no existían motivos para despedirlo. En síntesis, tiene por el suelo la imagen del zar y su propia imagen entre los unos y los otros del ejército nacional.

¿Gobierno de transición? Ese es el peor de los temores nacionales, o por lo menos de las y los colombianos a los que de veras les duele su país. Acaso pronto llegaremos a la mitad de un gobierno de transición de la democracia, imperfecta sí, pero democracia al fin y al cabo y el ¿Socialismo del siglo XXI, versión colombiana, o para decirlo con todas sus letras comunismo a la lata? Las señales no pueden ser peores. Veamos: existe la financiación, no solo de capital extranjero sino de narco capital colombo-mexicano que con tal de que le dejen hacer su negocio sin mucha persecución está dispuesto a entenderse con los comunistas estilo castristas, maduristas, etc, etc. Se puede contar con el descontento de medio país como mínimo, que, combinando su falta de educación, pobreza y hasta miseria y la promesa de un paraíso socialista, votará por el candidato o los candidatos de la izquierda, en lo que serán acompañados por los jóvenes de todas las clases, que por demostrar su inconformidad con todo cuanto les rodea y su falta de información sobre las realidades nacionales, también votarán irresponsablemente por los candidatos más ruidosos, que son………los mismos de la izquierda. Otro factor conveniente para los socialistas radicales, es que los pocos adeptos que quedan a los partidos tradicionales (más o menos democráticos pero clientelistas por encima de todo) votarán como les digan sus caciques, con lo cual la dispersión de sus sufragios beneficiará a la que va a ser una sólida izquierda unida. La Registraduría Nacional está empeñada en el voto electrónico y hasta parece que ya tienen conseguido al contratista que instalará los equipos, por cierto, que según lo dicen rumores de calles, informaciones de redes sociales y comentarios de cocteles y fiestas sociales, tal contratista tiene una estrecha relación con Santos y especialmente con Soros, lo cual es muy, pero muy inquietante. En conclusión: aparentemente la izquierda cuenta con dinero, votantes, escrutadores y dirigentes tales como Santos, Petro, Claudia, Angélica, Cepeda, Robledo, Navarro, Clara, Roy, y un largo etcétera, posiblemente llevando en hombros los crespos de Fajardo y a fajardo con ellos.

Es de notar que si el gobierno actual quiere de verdad impedir esta dolorosa derrota de la derecha que lo eligió, lo que tiene que hacer no es complicado: fumigue por el aire los narco-cultivos y revitalice el Ejército sacando a todos los facciosos y siga demostrando tanta agilidad en su accionar como en su tratamiento de la pandemia. Si los narcos se quedan sin sembrados, no tendrán material para su negocio, sin negocio no hay dinero y sin dinero no hay transición. ¿O acaso, como se rumora insistentemente, nuestro zar se definió por el sorosantismo?

Que quien sabe que va a decir la CC. Que la Comisión de Acusaciones de la Cámara esta vez si va a funcionar en contra del mandatario. Que Uribe que dirá. Que Santos que hará. A la porra todos ellos, de lo que se trata es de impedir una gran tragedia colombiana. Y eso, está por encima de todo.

Y ya para terminar esta ensalada y tenerla lista para ser servida, un poquito de aceite de oliva italiano para darle el sabor final. La derecha colombiana, que también existe y que es grata para millones de compatriotas, tiene sus precandidatos para escoger. Nos referimos a la presidencia, aunque aseguramos que se están preparando para salir a la palestra, buscando Senado, Cámara y demás cuerpos colegiados, gente joven, inteligente, bien formada, confiable por convicción y que no necesitan robarle al estado para vivir bien con sus familias. En cuanto a precandidaturas presidenciales, tenemos para escoger y ayudarles a: Rafael Nieto, Luis Alfonso García, Abelardo De La Espriella, Rubén Darío Lizarralde y hay un fuerte rumor sobre la senadora María Fernanda Cabal. De manera que a servirse de esta ensalada y a esperar la próxima.

¡Bon appétit!

Por el Chef Jean L” Potins –  lalinternaazul

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