Amores Callejeros

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Dos días a la semana, miércoles y sábados en mi caso, a eso de las 6:30 de la mañana, sin falta, me dan ganas de llenar la mesa del comedor con pocillos de chocolate humeante, una jarra de café, panes, arepas, huevos y tamales, lo que sea, para sentarme a desayunar con unos señores que llueva, truene o relampaguee, van por las calles ostentando una misión de la más alta calidad humana: Preservar nuestra salud, y, por ahí derecho, nuestra vida.

Con o sin pandemia, en un día corriente o un festivo, están ahí con su uniforme, su disposición y su compromiso, para recoger nuestras bolsas de basura. Hoy declaro públicamente, en arial 72, mayúsculas, negrilla y subrayado, que los amo, que les agradezco inmensamente su servicio y que no hay plata con qué pagarles lo que hacen por nosotros. Incluyo aquí a María López, que después del carro, muy sí señora, se pasea por mi cuadra, escoba en mano, y la deja tan limpia como si fuéramos a recibir una vista de la talla de Francisco, la mismísima reina de Inglaterra, o qué se yo. Qué pena no incluir un líder criollo, pero no lo encontré en el panorama nacional actual.

El de los recolectores y los escobitas, como conocemos a los operarios de barrido, es un trabajo que mejora nuestra calidad de vida, aunque para la inmensa mayoría sea invisible. Hasta hace unas décadas, las epidemias fueron favorecidas por las malas condiciones de higiene y por falta del servicio de aseo, que recoge nuestras basuras en casa y luego dispone de ellas en lugares y condiciones adecuados.

Imaginemos que no existiera este servicio y que cuando se nos llenara el tarro de basura de nuestra residencia, negocio u oficina pudiéramos impunemente arrojarla en morritos en la calzada de la regional paralela al río. Un cálculo rápido nos mostraría que en menos de cuatro semanas habríamos copado totalmente los ocho carriles de esa vía. ¿Y después qué haríamos? ¿Buscar otras para llenarlas de residuos, mugre, roedores e infecciones? ¡Diojmio! Durante esta emergencia, Emvarias nos sigue prestando su servicio invaluable en los barrios, pero también adelanta trabajos específicos para reforzar la prevención y la salud en los espacios públicos de la ciudad. Con las medidas de protección necesarias para cuidar a sus funcionarios, y con equipos especializados, están lavando y desinfectando parques, plazoletas, puentes peatonales y lugares aledaños a los centros hospitalarios, clínicas, plazas de mercado, supermercados y albergues para personas en situación de calle, tratando de mantener estos espacios en las mejores condiciones posibles.

Les quedo debiendo la historia de amor callejero de Fredy Arley Cano, exescobita que ahora trabaja en proyectos de cultura ciudadana. Por ahora, solo agradecimientos para él y para Ángela Rico, otra escobita hermosa, por conversar conmigo, dejarme gratificantes enseñanzas y contagiarme, (perdón por la palabreja tan odiada en estos días), de mucho más amor por su labor: Sin ellos no existiría vida saludable en ninguna parte.

Me complace mirarlos a los ojos, decirles ¡gracias! y recibir a cambio, simplemente, las sonrisas más bonitas del mundo .

Por: Elbacè Restrepo – El Colombiano
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